El alcohol me abandonó cerca de las dos de la madrugada, cuando Marcela y Tiffany, las guardias de Two Queens que antes de esa noche pertenecían a mi selecto grupo de amistades, se hartaron de vigilarme.
Fueron relevadas por una entidad el doble de severa a la hora de juzgar sin palabras, sólo haciéndose de sus ojos verdes y el don que tenía a la hora de cargarlos con decepción.
El camino a casa fue frío y silencioso. Mi mente se sentía ruidosa a medida que repetía imágenes de Katherine resplandeciendo en rosa sobre el más plano de los grises, tan dulce como siempre y tan distinta al mismo tiempo.
Antes de esa noche, mi mente organizó tantos escenarios en los que le daba la espalda o fingía no verla. No sabía que mi cuerpo tenía otros planes e iría directo a ella, sin siquiera medir las palabras o el tono que usaría.
En ninguno de esos escenarios la imaginé con otra chica o insinuando que eso que tuvimos nunca fue amor. No imaginé un camino a casa en el asiento de copiloto con lágrimas ardiendo en mis ojos, una dolorosa pausa fomentada por mi orgullo.
No me permitiría llorar por nada, mucho menos por autocompasión. No era la primera vez que era tratada como un trampolín para saltar fuera del armario y ser abandonada en el camino.
Sabía que sería la última vez y que nadie, ni siquiera Katherine, iría por la vida presumiendo haberse salido con la suya al lastimar a alguien como yo.
—No puedo con esto—murmuró Allison apenas entramos a la casa.
Durante unos segundos, intentó mirarme a los ojos. Desistió antes de cinco, cuando fue mejor mirar la alfombra bajo nuestros pies y suspirar rendida.
—Kelly te dijo que la chica inició la pelea ¿Cierto?
—¿La nueva novia de Katherine querrás decir? —soltó una risa y negó varias veces—. ¿Crees que no te conozco?
Cuando alzó la mirada, fue mi turno de evitarla.
—Sé que todo lo iniciaste tú. Es lo que haces, lo que llevas haciendo desde el primer momento en que te vi.
Intenté defenderme, pero levantó su mano, advirtiéndome que ni siquiera diera un paso en su dirección e intentara mentir.
—Creí que habías cambiado, pero simplemente no puedes con ninguna emoción que te sobrepase—reconocí la lástima en su rostro y ninguna gota de devoción—. Tienes diecisiete otra vez porque...estás enamorada de ella. De Katherine, que no ha puesto un pie en esta casa y ya es un fantasma. Y no lo permitiré más.
Confundida por la dirección que tomaron las cosas—y genuinamente sorprendida por la poesía en su discurso— intenté enmendar algo que ya no tenía arreglo, al menos no desde el ángulo que probé esas semanas.
—Termina de irte de mi casa, Deborah—susurró más bajo—. Termina de llevarte lo que falta, y si eso incluye tus falsas disculpas, también llévatelas.
—¿Crees que quiero esto? —pregunté, casi cediendo a las lágrimas—. Lo que más quiero es estar bien para Cody, para que todo aquí funcione y...
—Puedo sola—soltó, orgullosa y dolida al mismo tiempo—. Siempre he podido y siempre podré.
—No quiero que estés sola en esto. Sabes que lo he intentado...
—¡Pero no es suficiente! —exclamó, más alto en caso de que no la hubiese escuchado antes—. ¿No entiendes? Intentar, intentar e intentar no implica una mejora en la situación. Sí, quizás implica algo positivo para ti, pero no para mí, no para Cody que otra vez tendrá que aceptar que sólo...no se puede.
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Caminos Separados (D&K2)
RomanceLa vida fuera del armario resultó ser miserable e inusualmente mágica para Katherine. Se ha unido más a su familia, está replanteando su futuro académico y, a muy duras penas, sobrevivió a su primer quiebre amoroso. O al menos eso intenta. Mientr...