14 - Medidas desesperadas

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Más valía que me hiciera aliada de un marcapasos antes de que mi corazón siguiera en su insaciable búsqueda de ese específico tipo de diversión que ya no podía permitirse.

Lo llamaba mujeres.

Empezando conmigo, claramente.

Durante las últimas semanas logré un balance perfecto que me hizo dudar más de una vez sobre cuán real era y cuánto duraría de ser así.

Para empezar, en la Maestría todo iba viento en popa. Tardé un poco en alcanzar el ritmo de las clases y evaluaciones, mas no tardé en retomar el pincel y reconectar con los colores y trazos.

Hasta parecía que jamás lo dejé.

Un poco más reciente en mi agridulce vida, también me sentía contenta por haber conocido a mi hermana, junto con el iluminado sendero en el bosque que al fin podría recorrer y que, si la suerte seguía de mi lado, me llevaría de directo a una relación decente con mi padre.

Esa misma tarde, creí que sería posible recuperar a Katherine.

Tendría la fotografía completa y perfecta, enmarcada con sudor y lágrimas, pero tan firme que jamás volvería a quejarme (al menos en voz alta) de Dios y el destino.

Una promesa cuestionable que me ganó mi merecido al cabo de un par de horas.

Antes de medianoche, mi pobre corazón palpitaba en mis oídos con tanta violencia que ni siquiera me permitía oír algo más. Desearía decir que eso fue algo positivo considerando el ruido ambiental junto con el de mi consciencia.

Me equivoqué: sólo empeoró la escena.

Katherine dejó el piso luego de clavar una merecida daga en mi pecho. A unos pasos de la escena, riendo sin ganas de ocultarlo, Oksana se despedía con la mano segundos antes de intentar cerrar su puerta.

Yo ni siquiera había empezado.

—¿Por qué mierda le dijiste eso? —caminé rápido en su dirección y alcancé a jalarla de regreso al pasillo—. ¿Qué mierda pasa contigo?

—¿Es un crimen decir la verdad? —se burló—. ¿Por qué quieres mentirle?

—No juegues conmigo, Oksana—estudié su expresión y negué con la cabeza—. No pasó nada entre tú y yo.

—¿Estás segura?

No respondí.

Los últimos días no los gasté sólo en evitarla a toda costa, también me sumergí en las oscuras aguas de una borrachera épica, la única de mi vida que me tenía mezclando recuerdos auténticos con escenarios ficticios provocados por mi consciencia.

El problema era que ya no podía identificar cuál era cuál.

—Estaba muy ebria—murmuré, más avergonzada de lo que podía admitir—. Demasiado si no recuerdo nada. ¿Qué me diste a beber con exactitud?

La miré detenidamente y puso los ojos en blanco mucho antes de suspirar y responder.

—¿Estás insinuando que te drogué? ¡Por favor! ¿No me has visto? —sonrió grande y, en caso de que no quedara claro, dio una vuelta entera para aclarar su punto—. ¿Crees que necesito drogar a alguien para que se acueste conmigo?

—Permíteme cuestionarlo.

Ella se tomó su tiempo para responder, yo tomé el mío para comprender esa actitud maliciosa en ella.

Era tan nueva que incluso modificaba sus rasgos, los mismo que una vez consideré angelicales y ahora sólo me hacían pensar en el diablo reencarnado.

Caminos Separados (D&K2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora