5 - Una tormenta perfecta

2.6K 268 222
                                    

Llegaba tarde, pero iniciar las clases nunca fue tan emocionante como ese semestre.

La ansiedad frente a compañeros y maestros nuevos no se sentía negativa, tampoco el hecho de que estaba aventurándome en una carrera que jamás consideré hasta las últimas semanas, cuando luego de investigar y escuchar testimonios, parecía encajar con mis dos grandes intereses.

El conocimiento y los chismes. Sonaban similares, pero uno era más científico que el otro y no realizaría aclaraciones.

Me ayudó tener la orientación de Rose y sus contactos en SAIC, también sus conversaciones casuales mientras recorríamos las exhibiciones del mes. La veía hablar no sólo por lo delicados que eran sus labios, sino también por todo lo que teníamos en común.

Ella tampoco eran fan del arte pop, sentía un disimulado desprecio por Warhol y, al igual que yo, consideraba una desgracia que su "arte" fuera una fuente de inspiración para las nuevas generaciones.

Era una chica hogareña, muy unida a sus amigos y a las buenas causas. Le gustaba hornear, el senderismo y cantar en la ducha. Era más de gatos que de perros, intentaba ser vegana y fallaba porque los helados de leche siempre serían su talón de Aquiles.

En un par de horas juntas comprendí que estábamos más de acuerdo que en desacuerdo, que todo fluía con paz por más confuso que se sintiera para mí. ¿En verdad existían relaciones y personas que se sentían como un confiable y suave oleaje? ¿Era normal que también se sintieran como un hogar del que no te costaría escapar?

Vivía en una encrucijada porque, por más que me aferrara a todo lo malo que pasó entre Deborah y yo, una parte considerable de mí seguía anhelando el camino irregular y la inseguridad al saber que nunca la conocería del todo.

—¡Estoy muy orgullosa! —gritó Theresa en mi oído, esforzándose por ser más ruidosa que la música del club que escogió Ian—. Aunque empieces el bachiller el próximo año, creo que Periodismo encaja tan bien contigo.

—¡Lo sé! —respondí sonriente antes de llevar mi tercera copa a los labios—. Además, el curso de Fotografía en Northwestern es buenísimo y te dan un certificado y todo, así que es el calentamiento perfecto.

Theresa asintió y, al mismo tiempo, dirigimos nuestra vista a la pista de baile, donde Rose e Ian intentaban recordar la coreografía de Everybody de los Backstreet Boys.

Sonreí a la imagen y a la sensación de que todo encajaba bien. Desde su lugar, Rose me sonrió y yo levanté mi copa en respuesta.

—Perfecta—mencionó Theresa—. Eso es. ¿No te asusta?

—¿Debería? —la miré de reojo y reí—. Tú en verdad tienes un problema con todas.

—No lo tengo.

—Lo tienes—me volteé por completo hacia ella y la apunté—. Rose es demasiado perfecta, Deborah era demasiado... ¿Qué? ¿Promiscua? Casi no recuerdo.

—Demasiado en todo—respondió con disgusto—. Y claro que recuerdas. Engáñate todo lo que quieras, pero sé de tu esfuerzo titánico por olvidarla.

—No es titánico—mentí—. ¿Voy a pedir otra ronda?

Theresa asintió y yo hice mi camino a la barra. En cada paso planifiqué discursos para demostrar que su afirmación no era cierta. No me estaba costando tanto olvidarla, de hecho, a veces casi ni recordaba su existencia.

Muy pocas veces.

Casi todas mis mañanas despertaba creyendo que estaba en su cama y, sin abrir los ojos, mi mano buscaba la calidez de su piel o la suavidad de su cabello. Durante el día me esforzaba por mantener mis sentidos controlados, pero bastaba con escuchar un motor en la calle para que mi ciega esperanza la buscara en la entrada.

Caminos Separados (D&K2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora