20 - Sellos de advertencia

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Después de meses de acoplarse con tanta calma a nuestra pequeña travesía criminal a espaldas de Oksana, creí que Katherine entendía el riesgo que corríamos.

Luego del desfile de razones que escuchó, llegué a la deducción de que lo entendía, sólo no le importaba. ¿Pude hacer algo al respecto? Sí, pero la verdad era que su actitud temeraria me prendía hasta dejar los vestigios de mi sentido común en cenizas.

Simplemente olvidé cómo pronunciar negativas para ella. Todo lo que pude ofrecerle fueron afirmaciones y permiso absoluto cuando sus dedos me exploraron por primera vez, de una forma tan consciente que por poco me hizo olvidar quién era la inexperta de la velada.

Sin gran dificultad, trascendí de lo físico. Ella no sólo me tocaba con las ansias de cumplir un deseo acumulado hace meses, también me sostenía como si fuera lo más delicado y preciado que hubiese estado entre sus manos.

Hasta ese instante, yo no tenía idea cuánto tiempo llevaba esperando por sentir algo así. 

Después de años de mantenerme en religiosos detalles sobre mi supuesto rol dominante en la cama y lo que creí que servía para mí, logré desvestirme por completo de mi pasado, dispuesta a desaprender todo sólo si implicaba descubrirlo con ella.

Entonces fue su turno de estar sobre mí, tan angelical sin necesidad de alas o un halo, no necesitaba nada más que esa ligera capa de sudor que hacía brillar su piel. Me distrajo tanto que por poco no percibo su mano deslizándose suavemente entre mis muslos y los sutiles empujones para separarlos todavía más.  

Saboreé cada segundo de sus dedos entrando y saliendo de mí, primero lento y profundo para luego desenfrenarse hasta tenerme retorciéndome sobre las cálidas arenas del dolor y el placer.

Me esforcé por tener una rápida vista de su rostro, pero reposó su frente contra mi cien y se quedó, contra su voluntad, unos segundos más dentro de mí.

—Te sientes tan bien—sus labios apenas rozaron mi mejilla en medio de mi segundo escalofrío—. Tan apretada.

Cerré los ojos porque, de seguro, los habría puesto en blanco y me habría visto agónica. No podía arriesgarme a verme mal cuando ella estaba ahí, viéndose y moviéndose como Venus reencarnada.

Se mantuvo pendiente de mis reacciones y de sus dedos cada vez que los sacaba antes de volver a meterlos, con más velocidad y certeza que las primeras veces. 

No renunció hasta poco después de que yo terminara y, sólo entonces, se acostó a mi lado y me abrazó con tanta ternura que no daba crédito a que fuera la misma de medio minuto atrás.

Lo único en mi mente antes de dormirme fue que, hasta la fecha, nadie me había cogido tan bien en un primer intento y decir que estaba ansiosa por los segundos y terceros era el más criminal de los eufemismos.

🪷

Desperté por el sonido de un celular y, mucho antes de que procesara qué clase de persona sería tan insistente como para no colgar en los primeros diez segundos de indiferencia, Katherine contestó.

Hizo preguntas en medio de la exaltación que recibía desde el otro lado. Yo, a duras penas, abrí los ojos y sonreí al verla tan despeinada y somnolienta y, más allá de ella y a través de la ventana, la oscuridad absoluta.

Caminos Separados (D&K2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora