Stay with me (completa)

⛸Capítulo 49⛸

Historia de amor

Aedus

Por poco termino golpeando al idiota de Mike, me reclamó como si fuera mi jodido padre. Sé que ya ha visto muchas veces mis nudillos rotos cuando tenía mucha ira acumulada. Me siento mal por no buscar a mi novia a la universidad, la iba a buscar..., pero en serio si quería estar solo. No debí apagar mi teléfono, debí mandarle un mensaje explicándole las cosas, ella me asegura a cada rato que no pasa nada y que me entiende. Pero aún me siento el pésimo novio de la historia.

Mack llamó al doctor ese, no me fijé tanto en él, solo quería que terminara su trabajo y ya. Me agarró tres puntos, los vidrios del espejo me abrieron un poco la piel. No me inmuté la verdad, solo asentía sin más todo lo que me decía. Mack no dejaba de mirarme con ganas de matarme —al igual que Mike —, la verdad no los juzgo. Pero da igual.

Michael quiso venir con nosotros, pero luego entendió la situación. Le aseguré que le contaría todo. Había llamado a mi abuelo para avisarle que ya iba para allá con mi novia. Apagué mi celular porque tengo muchas llamadas de Cole y de mi madre, no quiero hablar con la segunda y, tampoco quiero hacerlo con mi hermano. Aún no, primero tengo que saber la verdad y sé que Timothy Barker me la dirá. 

¿Él ya lo sabía? Claro que si, no puedo entender el por qué ocultármelo por muchos años. Si se supone que me adora, entonces..., ¿por qué mentirme? Aún no lo podré entender.

Mackenzkie me aseguró que no le pondrían falta en Oxford, no quería que descuidara sus cosas por mi. Quería ir a visitar a mi abuelo un fin de semana, pero no me iba a poder aguantar. Necesito saber la verdad.

—¿Todo bien? —ella acarició mis nudillos vendados en la palanca de mi Lamborghini. El doctor me dijo que no podía hacer mucho movimientos por los puntos, si me pregunta qué si haré caso, la verdad respondo que no. Me da igual mis nudillos, solo necesito sacar todas estas dudas que tengo.

Mi mirada está en la carretera, no la miro.

—Si —fue lo único que respondí.

No quitó su mano y, la verdad, me agradó que la dejara así.

Estamos yendo a donde vive mi abuelo que es en Dover (históricamente en castellano Duvres), en el condado de Kent, otras de las ciudades de Londres. Queda a una hora y treinta seis minutos de donde vivimos. Es el mayor puerto del canal de la Mancha en Inglaterra. La cuidad tiene un gran espacio urbano y cuenta con tres playas.

Dover es famosa por sus acantilados blancos —que son mis favoritos —, compuestos de creta. Los británicos pusieron el sobrenombre de Albión a estos acantilados, que significa blanco (del latín, album, albo). El nombre de la ciudad está derivado desde un idioma de origen celta: (Brythonic) Dubrās (Las aguas). La verdad, me encanta esta ciudad, mi abuelo la adora porque aquí nació mi abuela —fallecida —, jamás quiso irse a otro lugar de Inglaterra.

La amaba, bueno, la sigue amando.

Llevamos como treinta minutos de carretera. Mack está mirando por la ventana. Hoy es veintiuno de septiembre, así que estamos en Otoño. No me gusta tanto esta estación, prefiero el verano, odio el puto frío y también el Otoño.

—Pondré música —dijo mi novia y asentí, mirándola de reojo.

—De acuerdo —sigo mirando al frente.

—Puf —bufó.

Algo no me gusta.

Ella se inclinó un poco a la pantalla y comenzó a buscarla, la miro de soslayo. Sabe que la miro, porque sus mejillas enrojecen.