La última carta.

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"Tú mirada, esa que solo he conocido yo. Esa que quizás habrás tenido con alguien más, pero nunca nadie la ha descifrado como yo.
Mis ojos... María; te llevo grabada en el corazón, en la piel, y en esto que todos llaman alma, pero yo le digo TUYA, porque desde que te vi por primera vez, mi mirada ha sido sólo tuya, al igual que mi alma y cada parte de mi ser.

Y con esto no quiero que vuelvas a mi, ya comprendí que a mi lado no es tu lugar, que tú amor por la vida y por todos es tan grande que eres capaz de sacrificar tu propio amor, nuestro. Y no es un reclamo para ti, es para Dios, o lo que sea que exista allá arriba y con quien a veces platico de ti...

¿Sabes? Le he preguntado al mundo entero tanto sobre ti. Pero, a ti... ¿Realmente te he preguntado?
Le escribí al mundo una novela en la que explicaba mi amor por ti, y lo que percibí de tu amor por mi.

Pero insisto, nunca te he preguntado a ti. ¿Por qué? ¿Por qué siempre hay algo más María? ¿Por qué me dejas aún pensando en mi? ¿Por qué asumes que me haces un bien? ¿Por qué sacrificas? ¿Por qué me amas tanto como para pensar primero en lo que yo debo ser? ¿Por qué no te amas tanto como te amo yo a ti?

Y no necesito que respondas. Solo quiero que reflexiones, aunque suene muy exigente de mi parte. Creo que al menos tengo derecho a una última reflexión de tu parte.

Te amé Ojos, te amé tanto. Y quizás te siga amando en medio de todo, quizás en la distancia, quizás en otros cuerpos buscaré tu rostro, tus labios, tus ojos, quizás y solo quizás si no te sintiera tan cerca podría olvidarte, María.

Te pido un último favor, Ojos. No me mires más, no me leas más, no me ames más. Ésta es mi despedida, a lo nuestro, a ese amor que nos llenó de ilusión, que nos hizo fuertes e invencibles, a esa pasión que solo he conocido en tu cuerpo y en tus labios, al deseo que me provocaban tus ojos, y al amor. Al inmenso amor que hubo entre nosotros.

Hasta siempre, Señora Domínguez."

Termino de leer y aún no puedo creer cada palabra que soltó Alejandro en ésta carta.

- Alejandro... Mi amor. Ahora sí te digo adiós, y ésta vez para siempre.

- ¿Por qué María Inés? ¿No es el señor Salas el amor de tu vida?

- Mamá...

- ¡Contesta! ¿Es o no es el gran amor de tu vida?

- Si mamá, pero tú más que nadie sabes cuales son los impedimentos para que estemos juntos, no solo es la diferencia de edad mamá, lo sabes. Está Jerónimo, y ahora Lorenza.

- ¿Lorenza? Esa muchachita está mal de la cabeza, y Alejandro Salas está peor si decide hacerle caso, es una barbaridad que se meta con TU SOBRINA María Inés. Ponle un alto por favor... O lo haré yo.

- ¿Qué quieres que haga mamá? Que me plante en su casa y lo regañe diciéndole que no quiero que vuelva a ver a mi sobrina. No tengo derecho mamá. Ningún derecho.

- Claro que lo tienes, eres el amor de su vida. María Inés la vió sorprendida y levantó la ceja a su estilo.

- Vaya... ¿Por qué siento que estás defendiendo mi relación con Alejandro, mamá?

- ¿Hay una relación mijita?

Lo mejor de tu mirada, lo he conocido yo. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora