¿Y ahora?

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- Mira lo que me haces hacer tú... - le decía mirándolo a los ojos mientras estaban aún en el sofá, exhaustos de aquella actividad taaan provechosa. - alguien pudo oírnos Alejandro. - el sonrío y le dio un beso mientras acariciaba su espalda desnuda. Aún estaban desnudos y cubiertos por una fina tela que María tenía en el sofá.

- Señora María, no ve que yo no puedo resistirme a usted. Verla así, toda hermosa, dando órdenes, viéndote en éste espacio tan tuyo, en tu elemento, fue como un afrodisíaco. - ella le sonrió apenada pero totalmente enamorada. - además, yo no escuché que te quejaras, de hecho estabas... - no lo dejó terminar poniendo sus dedos en los labios de Alejandro.

- Yaaaa, ya. Tampoco me podía quejar señor Salas, yo tampoco me resisto a usted. Y eso lo sabe perfectamente. - le decía mientras lo besaba suave y profundamente, estaban disfrutando tanto aquellos momentos en donde eran solo piel y ese inmenso amor que se tienen. - pero ya deberíamos vestirnos. Más bien llevamos mucho aquí, Paloma llegaba en un par de horas, y ya casi pasaron. - le dijo mientras se levantaba con la sábana puesta mientras ella levantaba su camina y su pantalón. El se dedicó a mirarla, cuando se dió cuenta de lo distraída que estaba fue agarrando ligeramente la sábana y se la quitó. Ella dio un brinco del susto y lo miró intentando cubrirse, a lo que el sonrió acercándola a él. - Alejandro, mi amor, ya por favor... - le decía mientras el acariciaba cada rincón de su cuerpo haciéndola suspirar. La fue recostando en el sillón y ella sonrió dándose por vencida. (Tampoco luchó mucho ella).

- Shhhh, usted... solo, disfrute señora María. - le dijo al oído mientras su mano se perdía por sus piernas y más allá.

Y así volvieron a caer en aquella actividad que amaban hacer. Entregarse, amarse, adorarse. Y así, la oficina de Xochimilco volvió a ser testigo de ese amor y esa pasión que existe entre los enamorados. Una señora de familia, una señora decente, que se volvía una mujer apasionada y muuuy enérgica cuando se trataba de amar y dejarse amar por su escritor.

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- Don Hilario, ¿cómo le va? ¿Ha visto a la señora? - le preguntó Paloma en cuanto llegó. Don Hilario sonrió y le dijo.

- Yo creo que ya se fue señorita, porque no la he visto desde hace mucho rato. - Paloma se extrañó, María Inés le dijo que la iba a esperar para hablar sobre unos contratos. Se dirigía a la oficina cuando los vio saliendo entre risas mientras Alejandro intentaba que María volviera a entrar.

- María Inés, pensé que te habías ido. - les sonrío apenada y María quería que se la tragara la tierra. Era evidente que algo estaban haciendo, pero Paloma supo disimular.

- ¡Ay Paloma! ¿Llegaste hace mucho? - preguntó con temor de verse descubierta, mientras Alejandro sonreía disimulando.

- Nooo, no. Le acabo de preguntar a Don Hilario por ti, y el pensó que se habían ido. - miró a Alejandro mientras el se acomodaba ligeramente la camisa que estaba un poco por fuera. El subió la mirada y le hizo un gesto de silencio para que no apenara a María.

- Ah no, es que estaba explicándole a Alejandro cómo funciona todo aquí, ya sabes. Nos tardamos mucho.

- Si, me imagino. Bueno, ¿te parece si vemos los contratos?

- Mi amor, me esperas en el auto si quieres. Me tardo unos 5 minutos con esto y te alcanzo. - le dijo mirándolo todavía apenada. Y entró a la oficina con Paloma mientras Alejandro se iba con una gran sonrisa. Se despidió de Don Hilario recordándole la boda y se fue al coche a esperarla.


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- ¡Hola mamá! Vimos una camioneta estacionada en frente, ¿sabes quienes serán? - decía María mientras entraba seguida de Alejandro a la casa. Emilia Elena la miró desconcertada y algo asustada. - ¿qué pasa mamá?

- ¡Buenas tardes señor Salas! - ambos se giraron a donde provenía la voz. Y se quedaron sin palabras.

- ¿Qué hace usted aquí? - Dino Alejandro en un tono tajante dejando a María detrás de él.

- La dama es muy importante para usted por lo que veo. Pero, ¿usted no era la señora San Millán? Ay Alejandrito, ¿quitándole mujeres a los amigos? - tanto María como Emilia Elena se sentían nerviosas de aquella extraña visita.

Lo mejor de tu mirada, lo he conocido yo. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora