- ¿Bueno?- María Inés, ¡ya estamos en Suiza!
- Sara, hola. No tuve tiempo de hablar contigo ayer. Pero quiero saber algo, tu opinión como doctora. ¿Crees que ese tratamiento pueda funcionar? - María tenía algo y es que era muy perceptiva, algo le decía que la enfermedad de Jerónimo podía alargarse tanto. Y lo lamentaba demasiado por él, porque no se lo merece. No es justo que esté pasando por esto.
- Mira cuñada, te voy a ser sincera. Justo ahora le están haciendo los primeros estudios, y... No veo buenas noticias María Inés. Como doctora te puedo decir que quizá sea fallido, porque ya está a punto de ser metástasis. Aún no, pero casi. Sé que eso no lo sabías. Y cómo hermana de él, lo único que te diré es que pienso intentar todo lo que sea necesario para salvarlo. - María no podía creer aquello, lo menos que quería era ver a Jerónimo sufriendo de esa manera, y menos sin ella a su lado. Ahora dudaba de todo, de cada paso que había dado tan egoístamente, tan equivocadamente. ¿Y ahora?
- ¡Claro Sara! Hay que hacer lo que sea para que esté bien. Bueno, tú dime si crees que deba ir yo, quizás necesites ayuda en algo. ¿O el? Quizás me necesite. - le preguntó sabiendo que si Sara decía que si, estaría traicionando a Alejandro una vez más, y todo por sus impulsos.
Elvia estaba entrando a la casa Domínguez luego de hacer el súper. Alguien la interceptó en la puerta preguntándole por María.
- ¡Ay Don Alejandro! ¡Pero que susto me dió! Mi señora no está, salió muy temprano luego que habló con la doctora Sara por teléfono.
- Pero... ¿cómo? ¿Se fue así sin más?
- Dijo que regresaba temprano por el viaje que hará con el niño Diego a Ixtapa. - Alejandro suspiró intentado tranquilizarse.
- ¿Hace cuánto salió, Elvia?
- Como le digo, salió muy temprano, fíjese ya son las 12:30, debería estar llegando. - dijo Elvia mirando su reloj y ambos girando cuando escucharon cómo se abría el portón de la casa.
- ¡Ahí está la señora!
María notó el carro de Alejandro y suspiro levemente intentando descifrar qué paso seguía de aquí en adelante.
- Ojos... - le dijo mientras la ayudaba a bajar del carro y le daba un beso en su mano. A lo que Elvia sonrió y decidió retirarse.
- Alejandro, ¿qué haces aquí?
- La verdad... Me estaba volviendo loco en mi departamento esperando que me avisaras a qué hora nos iríamos hoy Ojos. ¿Qué pasa María? Te siento extraña, pensativa, dudosa. - menciono Alejandro lo último como asustado, y no es para menos, aquí la señora Ojos ya lo ha hecho temer con sus decisiones tan abruptas.
- No pasa nada... - Lo tomó de las manos y lo miró fijamente con una sonrisa, un segundo después se lanzó a abrazarlo tan fuerte, sintiéndose culpable, llena de miedos, confundida. Pero tan segura de lo que siente por ese hombre que la abrazaba de aquella manera que solo el podía, y la miraba como nunca nadie lo había hecho.
- ¿Sabes una cosa Alejandro? - dijo separándose un poco del abrazo y acariciando su cara suavemente. - Lo mejor de mi amor, te lo quedaste tú, lo mejor de mi mirada; te lo llevaste tú, siempre ha sido así, siempre será así. - él la miró confundido y le sonrió temiendo sus palabras. María tenía todo el poder para hacerlo el hombre más dichoso o el más infeliz.
- Ojos, ¿a qué te refieres? Yo conozco esa mirada María, ¡no me asustes! - suplicando a Dios, a Paulina y a la misma Doña Felisa que no fuera lo que el pensaba.
- Sara me llamó, Jerónimo se fue a hacer un tratamiento en Suiza, ella viajó con él, y bueno. Parece que ya sabían que está a punto de ser metástasis. Jerónimo no me había dicho nada... Alejandro. Y ahora... Yo, solo... ¡Aaaa! - decía totalmente abrumada por la situación y demasiado culpable por lo que estaba haciendo o debía hacer.
- Te la voy a poner más fácil María, vete. ¡Vete con él! Creo que todo lo que ha pasado en los últimos días ha sido un error, otro error que no supiste detener, y yo mucho menos...