- Extrañé su voz, señora... - a lo que ella sonrió como sabía hacerlo cada que él le hablaba. - y también extraño tus ojos, tu olor... a ti, María. - mencionó haciéndola suspirar y anhelar un momento o muchos momentos a solas con él. Ella también lo extraña, tanto pero tanto, que no aguantó ni siquiera esperar a que su esposo se fuera, para pedirle a Alejandro que los acompañara a ese viaje.- Alejandro... ¿Sabes una cosa? - le hablaba en secreto y el solo podía sonreír de escucharla así... - también lo extraño señor Salas, no sabe usted cuánto. - le dijo coqueta y con ese tono que solo podía usar con él.
- Pues usted dígame que hacemos para remediar eso, no me digas que hasta mañana porque sufriré toda la noche anhelándote, Ojos. - matizó con su típico tono.
- Ay Alejandro, me encantaría, pero estoy arreglando todo para irnos mañana tranquilos con Diego, ya Paloma compró los boletos. Nos quedaremos en casa de Mónica. Créeme que no hay nada que desee más ahorita que estar a tu lado, pero debemos ir paso a paso Alejandro, no quiero que acabemos algo que ni hemos comenzado... - le comentó con cierto miedo.
- Ojos, ¡hey! ¡Escúchame bien María! Necesito que me prometas algo... Pase lo que pase, llegue quien llegue, se enferme quien se enferme, se abra un hueco en la mismísima tierra y quedemos en lados diferentes. Usted y yo señora, vamos a hacer hasta lo imposible por mantenernos juntos, muy juntos. ¿Me lo promete? - María quiso tenerlo frente a ella en ese momento para abrazarlo, besarlo y quitarle esos miedos que él tenía, bueno, que ambos tenían.
- Yo te lo prometo, creen en mi. Ésta vez no habrá nada que pueda más que nuestro amor Alejandro. - él cerró lo ojos fuertemente y soltó un suspiro tan largo que ella solo quiso estar frente a él para callar ese suspiro con sus labios.
- Yo creo en ti Ojos, siempre he creído ciegamente en ti, pero sobretodo en nuestro amor. No lastimes ésta vez nuestras ilusiones, María. Entonces... ¡Hasta mañana señora Domínguez!
- ¡Hasta mañana señor Salas!
Alejandro... una cosa más... - le dijo inquietándolo con un silencio que parecía eterno... - Te amo, como siempre, y más que nunca. - el se quedó mudo ante eso, sabía que lo amaba, y no era la primera vez que se lo decía, pero algo sintió distinto en su tono, algo parecía indicar que éste era el verdadero comienzo de una vida al lado de esa mujer de ojos verdes de la que se enamoró perdidamente hace tantos y tantos ayeres.- Ay María, yo te amo tanto, tanto Ojos... Estaré contando cada hora, minuto y segundo para que me digas eso viéndome a la cara. - suspiraron los dos anhelando el momento.
- Así será, mi amor. ¡Buenas noches!
- Señora, ¿para cuántos días hacemos las maletas del niño Diego? - María lo pensó bastante y mencionó sonriente.
- Un mes, Elvia. - dijo mirándose en el espejo y sonriendo tan grande como solo ella sabe hacerlo.
- ¿Tanto señora? - tanto Elvia como la inoportuna persona que pasaba por el pasillo se sorprendieron... Una porque realmente le preocupaba esa casa sin su dueña, y la otra porque ilusamente creía que un mes sin su tía cerca, sería suficiente para enamorar a Alejandro y sacársela del pensamiento.
- Elvia... Quiero que esté pendiente de todos, y por favor me mantenga al tanto de lo que sea necesario saber. De resto, no quiero que me llamen para cualquier cosa. Creo que ya es momento de tomarme un descanso de ésta casa y de todos los problemas que la rodean últimamente. Tanto Jerónimo como yo, vamos a un nuevo comienzo. ¡Estoy segura! - le dijo a Elvia, pero también al universo, y a aquellos ojos inoportunos que veían escondida como su tía arreglaba el equipaje más grande que tenía.