- Ojos... ¿Qué dijiste? - Sí, el sorprendido fue Alejandro. No podía creer que María hizo eso.Ella palideció y miró a su mamá como pidiéndole ayuda.
- Tu reacción quiere decir que nunca supiste que estuve allá, ¿verdad? Que fui a buscarte... - ella lo miró pidiéndole más información. Pero tanto Doña Emilia como el estaban un poco impactados. Pero debían responder, María necesitaba más respuestas ahora.
- No, María, nunca supe, hasta ahora. El doctor autorizó que te contemos que ha pasado. Estás bien, no hay ninguna alteración en tu cuerpo, y estás excelente. Solo, quiero que tomes esto con calma. Te iremos diciendo cosas y tu nos dirás si vas recordando. Doña Emilia, Ignacio quiera hablar con usted y con los muchachos afuera. - María miró a su mamá y le sonrió.
- Entonces... Tú y yo... ¿Teníamos mucho sin vernos?
- No, tú y yo no nos veíamos desde el día del accidente. Ese día te vi, estabas en tu casa y estabas por viajar a Ixtapa. Yo iba a ese viaje contigo. - lo miró extrañada.
- ¿Como? Me puedes decir hace cuanto nos reencontramos. Porque si no te vi esa vez en Italia, entonces...
Alejandro suspiró, explicarle cómo se vieron nuevamente seria contarle lo de Mónica. Y no sabía si eso le correspondía a él.
- Me dieron el premio vanguardia hace casi un año por mi novela. "Un largo adiós". Justo el día que se cumplían 7 años de la muerte de Paulina, y fui al panteón.
María comenzó a sonreír y pequeñas imágenes de ese día comenzaron a aparecer...
"- Las flores las traje yo... - giró viéndolo sorprendida, una vez más, estaban frente a frente, después de muchos años, volvía a tenerlo ahí.
- Alejandro... "
- ¿Recordaste verdad? Paulina como siempre de nuestra celestina. - María río porque si, era cierto.
- Ese día... ¿Me besaste? - le preguntó con timidez. Y el sonrío como niño chiquito.
- No podía contenerme, nunca he podido contenerme cuando la tengo enfrente señora. - ella se ruborizó y le hizo un gesto para que siguiera. - Y sí, si te besé, ese fue nuestro reencuentro Ojos, tu habías ido a visitar a Paulina y... - ella comenzó a llorar, había recordado todo ese día. Pero no algunas cosas, no a algunas personas, recordó el accidente de Mónica.
- Alejandro, ¿y Mónica? - le preguntó sabiendo la respuesta, solo quería pensar que era una mala pasada que le estaba jugando su memoria. Quería pensar que eso era lo único que era mentira. El entrecerró los ojos y suspiró, eso la hizo entender todo. - ¡Si murió! No fue una pesadilla... - mencionó mirándolo con la más grande de las tristezas.
- ¿Ya recordaste todo Ojos? - bajó la mirada y negó.
- No todo, creo que no. Aún no recuerdo qué pasó contigo y conmigo. Con mis hijos, Ignacio, mi mamá. Y hay un nombre que mi mamá mencionó... - dijo mientras intentaba recordar lo que dijo su madre. - Me dijo que es un nombre que debería recordar. - Alejandro se tensó, suponía que hablaba de Jerónimo.
- Jerónimo... - ella subió la mirada y lo miró intrigada.
- Si, ese es el nombre que dijo mi mamá. Pero no sé quién es, digo, no recuerdo nada de él. ¿Por qué debería recordarlo? ¡No entiendo!
- Ojos, tranquila. - se acercó a abrazarla y ella se aferró. Le acariciaba suavemente el cabello y ella tenía los ojos cerrados. En ese momento subió su mano al cuello de Alejandro y fue acariciando poco a poco el camino hasta su mejilla. Ambos abrieron los ojos y se encontraron frente a frente. Ella sonrió y lo besó, necesitaba tanto volverlo a besar, no sabía que había pasado entre ellos, no sabía muy bien. Pero lo que si sabía, es que se aman, el la ama. Lo pudo sentir en cada mirada que el le ha dedicado, y lo está sintiendo ahora en ese beso. El la tomó de los brazos y fue subiendo hasta su cuello, ahí, tomándola con las dos manos la besó profundamente. ¡Dios! Había vuelto a vivir. - eso pensó el. Y ella, ella sabía que ese era su lugar, esto significaba que cuando Alejandro regresó habían vuelto a estar juntos. Ese beso lo confirmó, eso creía ella. Un carraspeo de garganta los sacó de aquel idilio en el que se encontraban.
- ¿Interrumpo? - preguntó aquella persona que Alejandro no quería ver. Y María solo sonrió apenada, no tenía idea de quién era el señor que había entrado.