Alejandro dió un ligero brinco y estaba soltando a María que ya la había tomado de la cintura. Pero ella afianzó el agarré de él con su mano sobre su brazo, y con la mirada le dijo que todo estaba bien. María suspiro cuando Emilia Elena entró completamente a la oficina.- Mamá... Claro, ¿la sirves por favor Alejandro? - El dirigió su mirada a mamalena y no pudo evitar asustarse con el sermón que les venía. Aunque María le había dicho que Emilia Elena estaba de acuerdo en que lucharan por su amor. Sabía que todo eso iba en contra de lo que pensaba.
- Aquí tiene, Doña Emilia. - le dijo Alejandro mientras mamalena lo miraba retadora. Una mirada de esas que esconden algo.
- Así que vamos a tener una linda cena familiar... ¿No mijita? - ella sabía que María Inés estaba por cometer otro gran error, ella le sugirió que luchara por su amor, pero no que engañara a su esposo.
- Mamá, por favor...
- No María, está bien. Estuve a punto de ser de la familia, ¿no señora? Casi me caso con María, casi. - aún dolía recordar eso, aún era algo que calaba muy hondo.
- Mamá Alejandro y yo solo estábamos platicando.
- Si mijita, ¿ahora tú necesitas que te hable muy cerquita de la cara porque no escuchas?
- Mamá...
- Ya ya, ya entendí. Vamos a cenar entonces. - se dirigieron los tres a la mesa. La cena estuvo agradable y si, cenaron unos espaguetis con champiñones a la pimienta.
- Gracias por la cena María, Doña Emilia. Yo creo que ya debo irme. - el le besó la mano a mamalena y ella le sonrió levemente.
Ese hombre era un payaso ante sus ojos, pero un payaso encantador y en la cena se dió cuenta de lo mucho que amaba a su hija, no le quitaba los ojos de encima, siempre buscaban la forma de estar cerca, ya sea con las manos o con la mirada. Lo hacían ambos inconscientemente, pero Emilia Elena captó cada gesto de su hija. María Inés estaba desinhibida y no era culpa del vino, muy relajada y muy cercana a Alejandro. Su hija estaba haciendo las cosas diferentes a cómo siempre se comportaba. Y le molestaba, claro que si, porque no era lo correcto. Pero decidió darles su espacio. Ella ha entendido que María es una mujer adulta y capaz de hacer la vida que quiere y cómo quiere.
- Bueno, yo ya me voy a dormir. Los dejo, buenas noches Señor Salas, duérmete temprano mijita. - miró a María Inés y le sonrió discretamente.
Cuando mamalena ya había subido Alejandro se acercó lentamente a María que estaba de espaldas a él viendo hacia la chimenea y le dijo al oído suavemente haciéndola suspirar.
- Ufff, sobreviví a ésta cena con tu madre. Eso es haber ganado una gran batalla, Ojos. - ella sonrió como siempre, y soltó una carcajada estirando su cuello hacia atrás, se giró hacia el levemente y se recostó sobre su hombro.
- Sobrevivimos, te dije, te dije que ha cambiado mucho. Mi mamá no dejará de sorprendernos nunca mi am... - se calló inmediatamente, le iba a decir mi amor. No estaban haciendo las cosas bien, ella lo sabía. Estaba entrando en un terreno desconocido, ahora si podía entender tanto a Ignacio. Con la diferencia de que su caso es peor porque su esposo está enfermo de cáncer, y se puede morir. Y aún así, ella no puede dejar de sentirse como adolescente cuando está cerca de Alejandro.
- Ojos... mi amor. Eso ibas a decir verdad, ya sé que sigo siendo tú amor. Porque tú sigues siendo el mío. Después de siete años María, siete años desde que me corriste de tu lado... - ella lo miró dolida, odiaba recordar esos días, esos días en los que tomó esa estúpida decisión que lo alejó completamente de ella.
- Ay Alejandro, nunca dejaré de arrepentirme. Tú no sabes todo lo que te extrañé, y aún te extraño. Aún extraño lo que pudo ser. Tú serías mi esposo en éste momento, tendríamos unos casi 8 años de casados. Y recordaríamos juntos cada día a Paulina, porque si, cuando ella se fue y luego te alejé de mi lado, ambos se llevaron mi corazón. Y aquí solo se quedó esa parte que sabía que existía porque debía. Pero mi amor se fue con ustedes y ahora con Monica. Sabes... a veces me reía sola recordando a Paulina, porque sé que ella no me hubiera dejado hacer aquella tontería, ella no me hubiera permitido dejarte. - ambos estaban llorando, María se acercó a la chimenea y se recostó del pequeño mueble y el piso, Alejandro imitó el gesto y ahí estaban ambos en aquel escenario que fue testigo de aquel par de veces que se amaron en aquellos años en los que no había nadie en la casa y ellos estaban a punto de casarse.
- Creo que ya se me está subiendo el vino... - comentó ella recostando su cabeza en el hombro de Alejandro. - El le sonrió y acarició su rostro viéndola de reojo, cómo queriendo grabar ese momento, quería quedarse así para siempre con ella. De pronto el también se vió añorando días que no tuvieron, noches que no se amaron, mañanas que no disfrutaron, canciones que no escucharon, libros que no intercambiaron, viajes que no hicieron, besos que ya no se dieron, el amor que se negaron. El amor que aún sigue ahí, pero es un amor que les da miedo, porque es un amor capaz de lastimar a muchos.- Ojos, deseo tanto besarte... - ella se volteó hacia el y le sonrió. Y con eso fue suficiente para que ambos dieran El Paso que los llevaría a convertirse en eso que un día ella le dijo que le gustaba. "Amante, porque te amo" sus palabras retumbaban.
¿Saben que es curioso? Que en la sociedad a los que calificamos como amantes; no siempre se aman. Lo que pensamos que es un término denigrante para definir a algunas personas. Realmente es un término precioso, amantes son todos aquellos que verdaderamente AMAN, que desean, anhelan, sueñan, viven y adoran. Los amantes son como María y Alejandro, un par de tontos que dejaron de serlo en el momento que intentaron olvidarse. Ilusamente creyeron que era posible olvidar un amor como ese.