Unos días habían pasado. La convivencia en la casa Domínguez estaba siendo un poco extraña. Lorenza no se las había puesto fácil.- ¡Hermana! Es lo mejor, mira, tú y Alejandro están comenzando su vida juntos. Pronto se van a casar, Lorenza y yo nos tenemos que ir. Ya renté un departamento, y con el trabajo que conseguí más el de Lorenza podemos vivir bien. Tú no te preocupes. - le decía Consuelo explicándole a María Inés, ella no quería correrlas, pero Emilia Elena había hablado con su hija y su nieta para que se fueran. Y si era posible ella también se iría.
- ¡Ay Consuelo! Bueno, tienes razón, espero les vaya muy bien. Mi mamá también quería irse pero le dije que no. Lo mejor es que se quede aquí, además Alejandro y yo nos vamos de viaje en poco tiempo y pasaremos una temporada fuera. No la vayan a dejar de visitar por favor Consuelo, ¡ya sabes cómo es!
- Ya lo sé María Inés, ni te preocupes. Quiero pedirte una disculpa... Por Lorenza. Sé que se las ha puesto difícil. ¿Lograste hablar con Alejandro? - le preguntaba sabiendo exactamente lo que había pasado hace unos días en la casa.
- Si, ya lo arreglamos. Por eso mi mamá le exigió a Lorenza que debía irse, y aunque me siento mal es lo mejor hermanita. Tú hija ha sido un dolor de cabeza para mi y para Alejandro. Espero haya entendido ya.
- Sí, estoy segura que ya lo entendió.
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"Hace unos días en la casa estaban solo Alejandro, Elvia y Alba por supuesto. Emilia Elena, Consuelo y María Inés había salido juntas a ver unos detalles para la boda.
Alejandro había subido a ducharse. Cuando salió se llevó la sorpresa de su vida.
- ¡Lorenza! ¿Qué haces aquí? - ella lo miraba divertida mientras el trataba de evitarla yéndose a la esquina de la habitación.
- Quiero que platiquemos, solo eso. ¿A poco te molesta que venga? - le decía en su típico tono de niña caprichosa.
- Pues, podemos platicar allá abajo, en la sala, en el estudio, en donde sea. Pero no aquí, ¡sal por favor! - ella se acercaba más y más poniéndolo nervioso, y no porque pudiera caer ante ella, sino porque estaba harto de aquella niña. No perdía oportunidad para acercarse. Sabiendo que el ya estaba comprometido con María, con su tía.
- ¿Y qué tiene de malo? - dijo alejándose y sentándose en la cama. Es más, si quiere ve a cambiarte y aquí te espero.
- No no no, sal Lorenza, no lo quiero repetir. - ella volteó los ojos y se levantó otra vez hacia el.
- Alejandro, me dijiste que te gustaba, que no te era indiferente. Te pones nervioso cuando estoy cerca de ti, a ver... ¡Niégalo! - habían dos personas que estaban a punto de entrar a la habitación pero una de ellas decidió escuchar mejor lo que hablaban. - sé que amas a mi tía y toda la cosa, pero si sabes que a mi lado podrías tener un futuro más... más divertido, y quizás otro hijo. - le decía mientras el la miraba confundido.
- A ver, Lorenza, no me dejaste otra opción, pero... - decía moviéndose de un lado a otro dando uno de sus discursos reveladores. - sí, me gustabas mucho. Me atraías, y me divertía a tu lado, pero tú misma lo dijiste. AMO a María, y contra eso no hay gustos o atracciones que valgan, entiende que si llegara a estar contigo no sería honesto con nadie. Porque estaría pensando en ella todo el tiempo, porque a ella la busco en otros cuerpos, su rostro; ese es el único que quiero ver cada mañana y cada noche a mi lado, su olor, su risa, tu no lo entiendes. Pero lo que yo tengo con María, JAMÁS, ¡escúchame bien! Jamás lo he querido con otra mujer. Y perdóname que te lo diga así, fíjate. Te voy a contar algo que pasó hace varios años... - Lorenza lo miraba dolida. Alejandro había logrado lastimarla y estaba a punto de convencerla que su tía sería la única mujer que el amaría en la vida.