- Yo... - se quedó pensando y sonriendo confundido le preguntó. - Ojos... ¿Estás segura de que tú eres mi María? ¡Es que no puede ser! Digo, no te estoy diciendo que no. Solo que... Estoy sorprendido, gratamente sorprendido Ojos.Ella rió y lo dejó encantado como siempre con su suave risa, pero una vez más Alejandro notó algo increíble, ¡María siendo libre! ¡Completamente libre! Aunque no lo estuviera realmente. Pero la puso a dudar de algo... ¿Estarían haciendo bien? Digo, ya sabemos que en ella reina la cordura y en el no. Pero de vez en cuando el le contagiaba algo a ella, sobretodo a esa María del año 1997.
- Alejandro, sabes que... - dijimos hablando un poco más seria. - Yo sé que estamos entrando en un terreno peligroso, sé que vamos a lastimar a muchos, y que quizás esto sea una ofensa para nuestro amor, para todo lo que hemos vivido. Pero por ese mismo amor, creo que vale la pena. ¿Qué dices? - le preguntó dudosa, ella sabía que Alejandro es el arriesgado de los dos, y el loco también. Pero ella quería arriesgarse, quería luchar, aunque en el camino dejen varías víctimas.
- ¡Muy bien! ¿A qué hora nos vamos mañana? - le dijo con su típico tono de orgullo por escuchar a su señora de ojos verdes dejando salir a esa María que el tanto ama.
- Te llamo más tarde para decirte, ¿si? - realmente María estaba actuando muy segura pero tenía tantas dudas, las mismas que todos conocen, y algunas otras que su corazón guarda muy adentro. - Alejandro, gracias mi amor. - mencionó ya al final de la llamada y colgó sin darle tiempo a que el contestara. Lo dejó con esa sonrisa tonta que el pone cada que la escucha hablarle así.
- ¡Que bárbara señora!
¡Si ve Doña Felisa! Maria definitivamente quiere acabar conmigo, ya no sé qué pasa por la mente de esa mujer de verás, pero a ver, voy a dejar de hacerme el tonto. Usted y yo sabemos que esto es lo que más he deseado desde que la vi en aquel bar lleno de borrachos en el tocaba Andrés. - y como siempre Alejandro hablándole a Doña Felisa, que aún estando en otro plano, seguía siendo su fiel oyente, pero ahora en pez.Ya entrada la tarde María entraba en su habitación y consiguió a Jerónimo saliendo con dos maletas lo suficientemente grandes como para pensar que se iba para siempre, algo dentro de ella rogó porque sea un viaje que determine su matrimonio. Que le devuelvan la salud a él y a ella su libertad, esa libertad que perdió cuando tomó aquella decisión que devastó a Alejandro, y a ella le destruyó las ilusiones.
- ¿Entonces ya te vas? ¿Pero no era mañana?
- Si mi amor, es que Sara sugirió que me quedara a dormir en mi casa, el vuelo sale muy temprano. Así que para irnos juntos es mejor así. Yo... María Inés, quiero decirte algo. Bueno, preguntarte... - ella lo miró con una dulce sonrisa como siempre, se acercó a tomarlo de las manos. Aunque Alejandro sea el amor de su vida, ella no puede negar que Jerónimo siempre sería una parte importante, un gran amigo, y pudo haber sido un gran compañero de vida. Pero eso no era culpa de él, ni de ella, nadie más que el destino, el mentado destino que le hizo ver que su felicidad está al lado de ese escritor que es 16 años y 355 días menos que ella.
- Te escucho, Jerónimo. ¿Qué pasa? Con esa cara que pones me preocupas...
- María Inés, yo quiero preguntarte algo. Mira, bueno... Yo sé que tú hiciste cosas que no querías, incluso sacrificaste mucho en tu vida. - María lo miraba intentando descifrar que era lo que realmente quería decirle. - Bueno, si yo me curo, si el cáncer desaparece y no necesito más de cuidados... ¿Tú te divorciarías de mi?
Definitivamente Jerónimo la tomó por sorpresa. ¡Claro que eso es lo que quería! ¡Divorciarse de él en cuanto pudiera! ¿Pero ahora cómo se lo decía? ¿Cómo decirle eso? ¿Cómo no lastimarlo? Y así, nuestra adorada Ojos, siguió mintiendo y siendo un poco cínica, y todo por evitarle más sufrimiento a Jerónimo, pero agregándose a si misma una culpa más.
- Jerónimo... ¿Pero cómo me preguntas eso? ¿Para qué hablar de éstas cosas? A ver Doctor Cárdenas, usted tiene que enfocarse en su tratamiento, en su recuperación. - le acarició la cara levemente y le dijo - A ver, Jerónimo por favor, vamos a concentrarnos en lo que importa ahora; tu salud, tu bienestar, yo aquí estoy. Bueno, aquí voy a estar esperándote para celebrar que vas a estar sano y fuerte, como siempre. Así que vamos, váyase tranquilo Doctor.
¡Ay María Inés! Eso diría Emilia Elena si la estuviera escuchando.