Querida sobrina.

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Lentamente se fueron recostando en el piso, aún sin besarse completamente, solo eran pequeños roces. Hasta que ella puso su mano sobre el cuello de Alejandro, y lo besó, lo besó como solo ella podía hacerlo. Sus labios parecían haber vuelto a vivir, igual que sus corazones. Ahí estaban, reviviendo esa pasión, o más bien recordando. Porque nunca murió. Ahí estaba, latente y más presente que nunca.

Alejandro la sujetó fuerte de la cintura y como por instinto comenzó a recorrer su figura, esa que el adoró tantas noches y unas cuantas mañanas y tardes. María soltaba pequeños suspiros tan leves que parecían música para el. Estaban perdidos en el momento, perdidos el uno en el otro. Poco a poco se fueron separando para tomar aire y juntaron sus frentes.

- Ojos... - le dijo Alejandro aún con los ojos cerrados y ella, ella con la más hermosa de las sonrisas.

- Mi amor... Mi Alejandro. - ambos estaban conscientes de la locura que era todo aquello. Pero no estaban dispuestos a dejarse, ya no más.

- Te raptaría ahora mismo y te llevaría a mi departamento... - la miró poniendo su dedo en sus labios y ella los entreabrió un poco aún con los ojos cerrados dió un leve suspiro.

- ¿Como para qué quiere raptarme usted Señor Salas? - ahora ella abrió los ojos y se observaron con ese deseo y esa pasión que siempre ha existido entre ellos, que no ha desaparecido en 8 años.

- Para amarte Ojos... - a ambos se les erizó la piel solo de recordar lo que era volver a sentirse el uno al otro, volver a estar piel con piel. Ya se habían medió levantado y ahora estaban sentados en el piso muy cerquita y hablándose al oído.

- Vaya... Tía, no pierden el tiempo ustedes... - dijo Lorenza entrando a la sala seguida por Consuelo quien los miraba feliz pero a la vez confundida.

Ambos se levantaron rápidamente y Maria Inés cayó en cuenta de lo que estaban haciendo y en donde. Y peor fue darse cuenta que ahí estaba la mujer que estaba luchando por tener un lugar en la vida de Alejandro.

- Lorenza, yo... Alejandro y yo estábamos platicando. - Alejandro la tomó de la cintura levemente y ella intentó soltarse pero el no la dejó.

- María y yo siempre vamos a tener mucho que platicar Lorenza. Y no tenemos porque dar explicaciones. Yo me voy, Ojos, buenas noches a todas.

- Te acompañó a la puerta Alejandro. - María no quería separarse de él, no ahora, no sin sabes que venía, no sin entender que era esto que estaba pasando. ¿Realmente podrían ser amantes?

Consuelo vió a Lorenza con desapruebo, veía cómo su hija quería e insistía en ese capricho de enamorar a Alejandro.

- Te lo dije hija. Mi hermana y Alejandro tienen mucha historia, y no puedes ni debes meterte. Es tu tía, y debes respetar eso, hay códigos Lorenza, con amigas, con familia. Los ex de las mujeres de tu familia o de tus amigas; NO SE MIRAN. Uno no puede ser así hija, por favor entiéndelo. O te va a tocar entenderlo a la mala, Alejandro no se va a enamorar de ti, le gustas, le diviertes, pero no te va a amar. El ama a María Inés. Y aunque mi hermana esté casada, nadie va a cambiar el amor que se tienen. Hay una historia muy profunda y muy apasionada detrás, Lorenza, mi amor... Es hora de que lo entiendas.

- Si mamá, lo que digas. Pero estoy segura que Alejandro puede olvidar a mi tía, el puede olvidarla si yo estoy cerca mamá... - ya sabemos que la terquedad y la locura de Lorenza no tienen límites, verdaderamente ésta muchachita es la piedra en el zapato, por algo mamalena no la soporta.

- Ojos... Gracias, por la cena, por la plática, por ti, por todo... - la miraba refiriéndose a esa oportunidad que estaba surgiendo entre los dos, refiriéndose a ese beso, a esa entrega que el sintió de parte de María en ese beso.

- Te llamo mañana, hay una platica pendiente, Alejandro, pero ya es muy tarde. ¡Buenas noches! - se acercó rápidamente asegurándose que no hubiera nadie viendo y lo besó, pero profundo y mezclaron sus lenguas, María estaba entregada a él. Ya le había quedado claro, se abrazaron, y se miraron queriendo estar solos. Cosa que por ahora no era posible...

- Estaré contando los minutos, mi amor...

- Mi amor... - repitió ella delineando los labios de Alejandro con sus dedos, y ahora si, separándose de él y entrando a la casa.

- Tía, ¿ahora pretendes tener a Alejandro como tú amante? - a María se le congeló el corazón en ese momento, todos, todos menos Lorenza quería ella que supiera lo que pasaba con Alejandro, pero bueno. Si era necesario decírselo para que lo dejara en paz, lo haría. Aunque eso fuera en contra de todo lo que ella defendía.

- Mira, Lorenza. Ya basta, lo que yo haga con mi vida, es muy mi problema. No tienes ningún derecho a opinar. Además, por lo que sé, Alejandro te dejó muy claro que solo quiere tu amistad.

- Ay tía, perdóname. Y pues si, eso es lo que dice Alejandro, pero no me decían esos sus besos ayer... Tía, yo sé que no debería contarte, pero nos besamos ayer antes de que me trajera, en su departamento. Y... yo creo que puedo hacer que Alejandro se enamore de mi tía. Estoy casi segura. - María Inés estaba que ardía de rabia, y de los celos. No podía creer que estaba pasando eso, Alejandro había dicho que Lorenza era solo una buena amiga. Pero claro, que estúpida, ella no podía reclamarle nada. No estaba en condiciones de exigirle nada.

- Ah pues te deseo mucha suerte, espero que lo logres. - le dijo mirándola de arriba abajo instintivamente como retándola. No fue intencional, o si.

- Mira Lorenza, Alejandro es un hombre encantador como ya te había dicho, y puede que si, hay cierto tipo de mujeres que pueden interesarse en el, mujeres como tú, hija. Y está bien, no hay nada de malo. - volvió a mirarla de esa manera retadora clásica de María Inés. A lo cual Lorenza solo abrió la boca sorprendida y le dijo - Buenas noches.

- Hasta mañana, querida sobrina... - dijo cuando se había quedado sola y tomando un sorbo de vino.

Lo mejor de tu mirada, lo he conocido yo. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora