Alejandro estaba sorprendido. Y no es para menos, la mujer a la que acababa de entregarle una carta en la que le dejaba un explícito adiós que fue provocado por ella, un adiós que ella siempre dijo primero. Eso que el siempre vió como un largo adiós entre los dos. Le estaba aceptando algo que no pensó nunca pasaría entre los dos.Aquel hombre que se enamoró de esos ojos verdes hace tantos y tantos días, exactamente un 8 de Febrero. Estaba dudando de ella, ¿y cómo no dudar? María lo había lastimado tanto que no sabía si debía confiar o arriesgarse a vivir una situación tan comprometedora como esa. Comenzó a imaginar los posibles escenarios de ser amantes, y aunque a muchas les parezca emocionante. La verdad para ellos era bastante triste y desangelado considerando todo lo que los unió a través de los años. Y que ahora se ve opacado por la enfermedad del esposo de María. Nada más... su esposo.
Recordó a Jerónimo, y comenzó a dudar de cada momento que pudieran vivir. Comenzaron las culpas antes de haber hecho algo. Pero una cosa si estaba seguro, su amor por esos ojos verdes, eso sería lo único que lo llevaría a cometer más locuras. Porque esa si será la más grande.
- Alejandro perdóname, no quise sonar tan directa. No sé qué estaba pensando... Bueno, más bien no pensaba.
- Ojos, no te disculpes, en cambio yo si pensé demasiado en cada una de tus palabras. Las de ahora y las de antes.
- ¿Por qué ahora si? ¿Por qué ahora si te atreverías a aceptar mi amor aún sabiendo que no me puedes entregar el tuyo completo?
- Quizás porque hablé con mi mamá, y me escuchó mientras terminaba de leer tu carta y quizás también me aconsejó luchar por nuestro amor... Si si, no pongas esa cara, mi mamá ha cambiado mucho, creo que lo notaste ¿no?.
- Alejandro puso su cara de seductor y le dijo - Claro, yo sabíaaaa, siempre supe que tú mamá estaba perdidamente enamorada de mi, ¿ya ves? . - Lo miro sonriendo y negando mientras imaginaba cómo se llevarían Alejandro y su mamá si tuvieran que convivir más, seguramente le harían la vida muy divertida entre los dos...
- Y sabes Alejandro, mi mamá me hizo ver que me aterra la idea de que te enamores de mi sobrina, y no poder tenerte nunca más, quizás porque soy una egoísta que NUNCA debió dejarte Alejandro, quizás porque te amo, porque no puedo y no quiero existir sin ti a mi lado. Y quizás también estoy cometiendo otra GRAN locura, una de la cual no me sentiré totalmente orgullosa, pero una que me hará feliz, no sé cuánto tiempo, pero por ahora, es lo que deseo.
- Ojos, yo no sé qué decirte. Yo... me acabas de dejar sin argumentos María.
- ¿No es usted el afamado escritor? Haga uso de sus palabras. - Lo miró seductora, o como normalmente lo miraba ella, ya saben que María es seductora sin darse cuenta. Y eso era de las perdiciones de Alejandro.
Escucharon pasos y era Elvia diciéndole a María Inés que ya estaba casi lista la cena y que cuantos se quedarían.
- Alejandro... ¿Me esperas? O... ¿Me acompañas mejor? - La vio cómo si estuviera completamente loca. Já, el creyendo que ella está loca, ÉL, justamente el, quien estaba quizás un poco más loco que ella.
- María... Ojos, tú quieres que a mi me dé un infarto de verás... - Ella lo tomó de la mano y lo guió para subir las escaleras por la cocina, cuando iban entrando lo soltó, tampoco quería ser tan evidente delante de los demás, es más, no lo pensó. Solo lo soltó instintivamente, y menos mal, porque Jerónimo estaba entrando a la cocina cuando ellos llegaron.
- María Inés, voy a ir a cenar con Carlos, ¿no te molesta? Es que me quiere platicar unas cosas, y ya sabes. Quiero recuperar el tiempo. - Alejandro y María se vieron disimuladamente y de una manera inocente.
- No Jerónimo, como me va a molestar. Yo sé, tienes que aprovechar el tiempo
Con tu hijo, ve. Yo me quedaré a cenar con la familia, y a checar unos pendientes.- Quizás no llegue a dormir, voy a quedarme en mi casa. Ya es hora de convivir más con Carlos, acercarme un poco más para conocernos. - Lo último se lo decía mas para ella, casi en secreto. Mi amor... ¿está todo bien? - Lo dijo mirando a Alejandro.
- Claro mi amor, me alegra que quieras acercarte a tu hijo, se lo merecen los dos. - María podía ser tan linda sinceramente que parecía caer un poco en lo cínica, pero sin ninguna intención de serlo. Realmente le hacía feliz ver bien a Jerónimo, pero en éste momento cualquier situación la hacía ver y sentirse cínica. - Y... todo está bien, Alejandro decidió quedarse a platicar un rato, ¿te molesta?
- Gracias mi vida. Bueno, yo los dejo, y no. No te preocupes, por cierto, Sara llega mañana. - María recordó lo que le dijo su mamá hace un rato. ¿Qué sería eso que quería hablar su cuñada con ella?
- Si, me dijo mi mamá. Está bien, mañana voy por ella al aeropuerto. ¿Te parece? - Alejandro los observaba y le parecía ya demasiado esa convivencia "amena" entre los tres. Ya quería irse, aunque María no quisiera que las cosas pasaran así, todo estaba muy turbio.
- Está bien, hasta luego señor Salas. Se queda en su casa. - Le dijo estrechándole la mano y mirándolo de una manera que Alejandro no supo descifrar si era retador o solo estaba agradecido de que el realmente estaba cumpliendo con la promesa que le hizo semanas atrás, esa de no dejar sola NUNCA a María.
- Elvia... ¿quiénes están en la casa, a parte de mi mamá?
- La señora Consuelo y la señorita Lorenza se fueron a comer con Rosario, creo que no quisieron quedarse por algo señora. - María miró a Alejandro con una media sonrisa.
- Pues entonces sirva la mesa para nosotros tres Elvia. - Alejandro abrió los ojos y dió un ligero brinco.
- ¿Vamos a cenar con Mamalena?
- María se reía disimuladamente. - si Alejandro, ya te dije que ha cambiado bastante. Ven, vamos a mi oficina a tomar algo mientras acomodan la mesa. - Volvió a tomarlo de la mano de manera inconsciente, pero ésta vez tanto Elvia como Alba los vieron y se sorprendieron.
"Ya me haces falta tu, como el azul al cielo...
Estoy unido a ti, como el calor al fuego
Me hiciste revivir, me diste fe y consuelo
Trajiste para mí cariño nuevo..."Sonando cariño nuevo de fondo en la pequeña radio que había en la oficina de María, y ellos... El, sirviendo dos copas de vino.
- María... ¿Qué es todo esto? - La miraba intentando descifrarla, esa mujer que tenía frente a él si, es la mujer de la que se enamoró hace tantos años, pero hay algo diferente. Hay un cambio que no sabe si lo perturba porque lo desconoce, o le gusta porque lo beneficia, o eso parece.
- Solo... hay que dejarnos llevar Alejandro, ¿qué te parece si hoy solo pensamos en tener una agradable cena con mi mamá? Nos dedicamos a hacer de esta noche algo bonito, ameno, relajado. Es más... Te invito un espagueti preparado por Elvia, un vino, y una conversación agradable. ¿Qué dices?
- Jajajaja... Aay Ojos, eso me encanta, obviando el hecho de que vamos a cenar con la venerable mamalena. Pero de resto, acepto su invitación señora. - Le dijo mirándola como solo el sabe hacerlo cuando necesita acercarse más.
María notó sus intenciones y se acercó ella, lentamente subió su mano por la mejilla de Alejandro, y lo acarició como hace un rato en la entrada de la casa, solo que ésta vez, no se quedaría con las ganas de ese beso... - Sus respiraciones ya se mezclaban y hacían ese juego clásico de ellos, sus narices se rozaban pero no terminaban de besarse.
Hasta que se escuchó cómo alguien entró y les dijo...
- ¿Me sirven una copa de vino a mi también?