Por siempre, y para siempre.

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- Aun no puedo creer que en unas horas más, usted será María Inés de Salas... Y yo... - ella no lo dejó terminar dándole un beso tronado en los labios.

- Y usted, Alejandro de Domínguez, cómo debe ser. - le dijo sonriendo tan grande y tanto como ella sabe hacerlo, con todo su cuerpo y su espíritu. - Además... Nos espera una laaaaaarga, pero muy larga luna de miel, amor. - mientras dibujaba con sus dedos cada milímetro del rostro de Alejandro y centrándose en sus labios, el la miró embobado y se lanzó a besarla, o a devorarla. Así los encontró Emilia Elena quien había estado encargándose de todos los preparativos, quizás así se sentía que podía compensarles todo el daño que les hizo.

- Mijita, yo sé que ya viven juntos y toda la cosa. Pero aguántense hasta la luna de miel para las indecencias. ¡Por favor! - Alejandro y María se separaron rápidamente y sonrieron apenados.

- ¡Ay mamá! ¡Por Dios! Ya ya, Alejandro va a dormir ésta noche en el departamento con Alex, nos vemos mañana en Yautepec. - le explicaba a Emilia Elena mientras disimuladamente limpiaba el labial que había quedado regado en la boca de Alejandro.

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- Alejandro... ¡Espere! - le decía Mamalena mientras el abría la puerta para irse. - me acompaña al despacho, por favor. - el la miró extrañado pero asintió y la siguió.

- Usted dirá, doña Emilia. - le dijo algo nervioso.

- No se ponga así, no voy a amenazarlo de muerte tampoco. Aunque si fuera necesario ya sabe que... Bueno, no importa eso. Lo que quiero es agradecerle. - el la vió sorprendido. Habían mejorado mucho en la convivencia, pero nunca Mamalena le había dicho algo así. - si si, ya sé que no acostumbro a ponerme sensible con usted. Pero si, quiero agradecerle, por seguir aquí, a pesar de todo. Y de todos, gracias por amar a mi hija como lo hace, gracias por amar a mi bisnieto como su familia. Solo, gracias, Alejandro. - le dijo acercándose y tomando su brazo levemente. - ahora si, deje de hacerse el sorprendido, y váyase. Mañana es el gran día. - el le sonrió dándole un abrazo fuerte dejándola tambaleando y salió, feliz de haber logrado vencer las barreras de su suegra. Solo le llevó unosss, ocho años. ¡Pero por fin!

Mamalena sonrió ansiosa por el día que les esperaba...

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- Papá, ¿puedes tranquilizarte? - Alejandro caminaba de un lado a otro en la habitación de Yautepec.

- ¡Ay hijo! Pero si sabes cómo soy. - le decía acomodándose la corbata torpemente. - ¿sabes qué? Mejor me quito ésta corbata. Total, a mi ni me gustan. - Alex se rió y se acercó tomándolo de los hombros.

- A veeeer papá. Cálmate si, te vas a casar con Ojos, con el amor de tu vida. Ella está aquí en el lado opuesto de la casa arreglándose. Y todos están afuera esperándolos a los dos. ¡Respira! - Alejandro sonrío y abrazó a su hijo. Era cierto, había llegado el momento más anhelado desde que conoció a aquella mujer de ojos verdes.

- Tienes razón chamaco, ¡vamos! - salieron de la habitación mientras que los nervios también abundaban en la habitación del lado opuesto de la casa.

- ¡María Inés! ¿Ya te falta poco? - dijo Ignacio mientras tocaba la puerta.

- Ya voooy Ignacio. - le decía mientras Rosario le abría la puerta, el entró sonriéndole.

- ¿A poco te imaginaste que estaría en tu boda con otro hombre? Digo, es la segunda vez que te veo casarte con otro hombre María Inés... ¡Ya párale! - le dijo bromeando y ella rodó los ojos.

Lo mejor de tu mirada, lo he conocido yo. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora