- Ojos... mi amor. ¡Perdóname! Yo tenía que haberme venido con ustedes, fui un imbécil. María, ¡reacciona por favor! - Ella seguía sumergida en aquella paz que parecía estar soñando. Soñando con la voz de Alejandro, porque si lo estaba escuchando, a lo lejos percibía su olor, su cercanía, pero algo no le permitía reaccionar. O no quería. Todavía no entendía que pasaba.
- María si tú no te levantas de ésta cama sana y salva te juro que ahora si me meto de monje, ya está decidido. Ojos... amor. - le decía mientras le acariciaba levemente la mano que tenía libre de heridas, y como siempre haciendo bromas cuando estaba nervioso, pero aquí había algo más que nervios, Alejandro estaba aterrado, no imaginaba una vida sin María, sin saberla sana, así sea lejos de él.
Saliendo de terapia intensiva vio que estaban llegando Ignacio y Emilia Elena. Lorenza venía detrás de ellos y se acercó a abrazar a Alejandro, el rápidamente se soltó y se acercó al doctor.
- Doctor, dígame qué podemos hacer. ¿Solo esperar a que reaccione? ¿Nada más? - le decía Alejandro en un tono desesperado.
- Como le mencioné antes señor Salas, su esposa aún no reacciona. Los estudios que me acaban de entregar me indican que si hay actividad cerebral, no hay ningún daño neuronal. Si tiene un golpe muy fuerte en la cabeza. Pero no logramos dar con algún daño como para que no despierte. - Lorenza, Ignacio y Mamalena se preguntaron lo mismo... ¿Esposa?
- ¿Podemos pasar a verla doctor? - preguntó Emilia Elena.
- ¡Claro señora! Les sugiero que le hablen, que intenten estimular su capacidad para oírlos.
- Así lo haremos, ¡gracias! - Ignacio y mamalena pasaron a verla, mientras Lorenza miraba intrigada a Alejandro.
- ¿Por qué me miras así Lorenza?
- Esposa... Así que el esposo de mi tía. ¿No sabía que Jerónimo ya estaba aquí? - le dijo molesta.
- A ver, Lorenza. Yo he sido muy claro, te suplico que no me traigas más problemas. Ahorita no quiero pensar en nada más que no sea María Inés, ¡entiende!
- Siempre piensas en ella. Claro.
- Si, ¡claro que si! No me hagas decir cosas que van a lastimarte. Pero todos TODOS, incluyéndote saben quien es María en mi vida, y ni tú ni nadie van a cambiar lo que somos el uno en la vida del otro. - tanto Lorenza como las personas que iban llegando se quedaron helados, Alejandro en definitiva era el hombre más terco y más enamorado que conocían.
- Buenas noches, Alejandro, hola Lorenza. - mencionaban Andrés y Adriana que acaban de llegar. - ¿Qué saben? ¿Cómo está? - dijo Andrés al borde de las lágrimas.
- Hola Andrés, Adriana. - le hizo un gesto con la mano. - Pues no mucho, al parecer no hay ningún daño cerebral, pero tú mamá sigue sin reaccionar. Está muy golpeada, Diego está bien, justo voy a verlo ahora que me autorizaron. Ya vi a María, pero no despierta Andrés, no reacciona. - le dijo tomando a Andrés por el pecho levemente y llorando.
- Mi mamá es demasiado fuerte Alejandro, ya verás que va a reaccionar. ¿Tú estabas con ellos o como?
- No, no. Diego pidió que me avisaran a mi, pero no sé por qué. Déjame voy a verlo.
- ¡Hola campeón! - Diego le sonrió y lo llamó con la manito.
- ¡Hasta que llegas loco! - se le escapó una risita.
- ¡Ah caray! ¡Pero si el loco eres tú! ¿Por qué pediste que me llamaran a mi? Porque me dijeron que así fue.
- Ah pues mi abuelita me había dicho que tú viajabas con nosotros. Y además me acordé que tú salvas a todos. Tú me encontraste cuando me fui de la casa de mi abue, ¿lo recuerdas? - Alejandro quería mucho a ese niño, era ver a Mónica, le recordaba todo lo que vivieron en esos años, y lo mucho que les costó a él y a María que Mónica aceptara su relación, y ese bebé, fue gran ayuda para el cambio de Mónica.
- Si, si lo recuerdo chamaco. Además si, tienes razón, yo iba a viajar con ustedes. Debí hacerlo.
- ¿Cómo está mi abue?
- Ella... Ella está dormida, está agarrando fuerzas para despertar.
- ¿Ella también se va a morir verdad? Cómo mi mamá... - Alejandro se paralizó por unos segundos, pero reaccionó y negó repetidas veces.
- ¿Ves que estás loco tu chamaco? ¿Cómo dices eso? María no se va a morir, ya hablé con los médicos y me dijeron que está todo bien, solo hay que esperar que ella despierte. Quizás está muy cansada y está aprovechando dormir, no ande pensando esas cosas. Y ya, duérmase usted también. Porque me dijeron que te pusieron algo para el dolor en tu bracito.
- Pues es que todos a los que yo amo se mueren o me dejan. ¿Tú no me vas a dejar verdad? - ese niño tenía los ojos de Mónica, y ella los ojos de su madre. Por lo tanto verlo era sentir a María ahí. Más presente que nunca.
- Ni tu abue, ni yo te vamos a dejar. Eso te lo aseguro. - le dijo dándole un beso en la frente y tomando su manita con cuidado.
Emilia Elena e Ignacio estaban en la habitación con María, ambos estaban impactados al verla tan golpeada. Definitivamente esto fue la gota que derramó el vaso. Habían vivido muchas cosas en la familia, la muerte de Mónica fue devastadora para todos. Pero si algo le pasaba a María Inés; el mundo de los San Millán Domínguez se vendría totalmente abajo, ella es el verdadero pilar de esa familia.
- Ignacio mi hija... Se tiene que poner bien, María Inés no puede hacerme esto. ¡No! - decía Emilia Elena al borde de un colapso.
- Ella tiene que estar bien mamalena. ¡Va a estar bien! - decía convenciéndose a si mismo y al universo. Al mismísimo Dios.
- El Doctor quiere hablar con todos. Andrés y Adriana entraron a ver a Dieguito. - mencionó Alejandro entrando a la habitación.
- Bueno, la paciente está en un estado de coma. Estábamos evaluando los motivos y por eso no habíamos dicho nada. Lo bueno es que como les mencioné no hay daño cerebral. Entró en coma pero suponemos que es por el golpe. Tiene muchas fracturas y hay un par de golpes internos que estamos revisando, les pido que tomen esto con calma. Lo que va a necesitar la paciente es que le hablen. Le pongan música, traten de mantenerse cercanos a ella pero no en montón. Pasen pocos a verla.