↳𝐎𝟔

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Bill

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Bill.

Miro con curiosidad la laptop, después vuelvo mi mirada hacia ella.

— ¿Y si te pregunto si eres un ángel? —. Ella con su fuerza sobrenatural o no se que carajos, me hizo sentar en la silla de mi escritorio para luego poner su mano en mi cuello y mirarme fijo.

Bien hecho Bill, hiciste enojar a un ente del infierno.

— Sigue comparandome con esas mierdas y mañana vas a darle una visita a San Pedro —. Abrí los ojos y elevé mis cejas con sorpresa y miedo.

— Solo fue una pregunta —. Me defendí.

— Muy estúpida, de hecho.— Me juzgó con la mirada, sin aflojar la presión en mi cuello, okay, ya se que puedo ofenderla con cualquier cosa relacionada a la religión.

— Lo siento, no quise ofenderte..  ¿Puedes soltarme? No puedo respirar —. Ella me soltó.

— No aguantas nada —.

— Todavía sigo sin entender que haces aquí, eres Belcebú.. se supone que no subes a este mundo —. Ella dió un aplauso.

— Oh, si. Lo había olvidado —. Hace aparecer una silla y se sienta en ella.— Por tu maldita curiosidad de mierda estoy aquí —.

— ¿De qué hablas? Yo no hice nada para traerte —. Me excusé algo asustado, ya veo que me destripa por error.

Ella sacó una libreta pequeña de color gris.

— Martes 30 de Octubre, año 2006, invocación a las 04:44am. —. Alzó su ceja derecha sin apartar su vista de mí.— ¿Te recuerda algo? —.

Mierda, Si era yo.

— A-ahh.. no, no —. Soltaba una risita nerviosa.— yo no fui ese, seguro te equivocas —. Ella avanzó dos páginas y con su dedo iba buscando.

— Georg Listing, Gustav Schäfer, Tom y Bill Kaulitz —. Volvió a mirarme.— ¿De verdad entraron a un cementerio ilegalmente? Me sorprendes niño, en mis tiempos pendejos como tú no se acercaban ni con amenaza de muerte a esos lugares—.

Mi boca se abrió de la sorpresa, ¿Cómo mierda sabe todo eso?

— Solo fue una vez —. Miré mis pies totalmente avergonzado.

— No mientas, tengo registros tuyos usando la ouija más de seis veces y en todas te has olvidado de cerrar los portales —. En mi defensa me dió miedito.

— Okay, si, tienes razón —. Suspiro resignado.— ¿Vas a matarme por eso? —. Mi corazón se aceleró ante la idea.

— No, me tienes que vender tu alma y a cambio te concedo un deseo —.

¡¿DAS!? —. Exclamé asustado.

¿En qué me metí?

𝐁𝐄𝐋𝐂𝐄𝐁𝐔 | 𝐁𝐢𝐥𝐥 𝐊𝐚𝐮𝐥𝐢𝐭𝐳Donde viven las historias. Descúbrelo ahora