↳𝟏𝟕

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Adirael

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Adirael.

Mierda, no creí que Belcebú golpeara de esa forma a ese chico. Creí que le tenia un mínimo de afecto. Cuando ya no siento su presencia cerca me hago visible para Bill.

- Oye, se que no nos conocemos pero-.

- ¿Tú que mierda quieres? Déjame solo -. Se levanta con lagrimas en sus ojos y se va a su habitación, lo persigo eh ingreso detrás de el.

Veo que agarra una maleta y empieza a tirar ropa a esta.

- ¿Que haces? Si pretendes escapar, es inútil, Belcebú conoce cada parte del mundo y va a encontrarte -. Meto las manos a mis bolsillos.

- No te metas, ni siquiera se que haces aquí, vete -. Decidí dejarlo, es imposible hablar con él.

- Ella te quiere, a su manera, aunque no sepa cómo tratarte. Soy su aprendiz y jamás la ví soportando por tanto tiempo a un humano -. Abro un portal en la puerta y salgo de ahí.

Bill.

- Si, claro. Belcebú es un monstruo, no se puede confiar en una cosa como esa -. Cierro mí maleta y la bajo de la cama, tomo el manubrio y salgo de la habitación.

Al salir de la casa mi chófer mete mis cosas en la cajuela de la camioneta, subo y pido que me lleve al estudio. Desde ahí nos vamos con la banda al aeropuerto para empezar la gira.

Los chicos tratan de hacerme hablar pero ni siquiera me digno a hacerlo, las palabras de Adirael quedaron en mí mente.

La furgoneta frena casi en medio de una rotonda para que otro carro pase y aprovecho para abrir la ventana y tirar la colilla de cigarrillo.

— ¡Cuidado! —. Levanto rápido mí vista y todo pasa en un segundo, Tom gritando, una camioneta viene por el costado, vidrios volando, sonidos fuertes. Cierro fuertemente mis ojos y me abrazo con Gustav que está a mí lado.

Creí que estábamos muertos pero al abrir un poco mis ojos puedo ver que ese vehículo ni siquiera tocó la furgoneta, está destruido por completo, excepto el nuestro.

— ¿Están todos bien? —. Pregunta nuestro mánager pero ninguno es capaz de formular palabras.

Nos piden que nos quedemos arriba del vehículo mientras llaman ambulancias y policías.

Miro por el lado de mí ventana y veo que algo pasa rapido por ahí, lo sigo hasta la oscuridad dónde se puede divisar el rápido aleteo de unas alas que se esconden.

— Belcebú —. Los chicos me voltean a mirar.

— ¿Crees que nos salvó? —. Tom recuesta su espalda contra el asiento.

— No creo, nos odia —. Georg suspira.

— Pero existe la posiblidad —. Asiento ante las palabras de Gustav.

— Yo sé que es ella, aunque no lo quiero admitir, nos salvó la vida —. Alejo mí vista de la ventanilla y refriego mis manos contra mí cara.

— Yo no confiaría en ella, ya nos dijo uno por uno que si nos mantiene vivos es por nuestras almas —. Georg se cruza de brazos.

—¿Cuánto tiempo les dió a cada uno?—. Los chicos se miran entre ellos ante mí pregunta.

— Ah nosotros tres, seis meses, pero a ti Bill.. cinco días, cuando Belcebú fue a mí casa me lo dijo —. Miro a Tom esperando a que sea broma.

— Tom, no me jodas —.

— No lo hace Bill, Gustav y yo estábamos con tu hermano —.

«El reloj hace tik tak, Bill».

— ¿Quien dijo eso? —. Miro hacia todos lados, me voy a volver loco.

— ¿Que pasa? —. Niego y prefiero no decir nada.

— Nada, seguro fue mí imaginación —. Con Tom nos miramos fijamente.

— O tal vez no, esto parece una puta casería —.

Sabía que no debía jugar ese maldito juego, ahora mí vida y alma son juego de Belcebú.

𝐁𝐄𝐋𝐂𝐄𝐁𝐔 | 𝐁𝐢𝐥𝐥 𝐊𝐚𝐮𝐥𝐢𝐭𝐳Donde viven las historias. Descúbrelo ahora