↳𝟏𝟔

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Belcebú

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Belcebú.

Cuando Bill cierra la puerta me quedo sentada en el sillón de la sala.

— Ni tú sabes lo que quieres y le pides a ese pobre humano que lo haga —. Adirael aparece frente a mí.

— ¿Vienes a joderme tu también? —. Aprieto mí mandíbula aguantando las ganas de matarlo.

— No, solamente a aclararte que le tienes una pizca de afecto muy, muy, muuuy en el fondo de tus sentimientos espantosos y horribles que puedes poseer —. Sonríe como si tuviera razón.

— ¿Recuerdas quien soy verdad? Maneja tu lenguaje conmigo, Adirael, otra falta de respeto como esa y te destierro —.

— ¿Solo porque tengo razón te pones así? No me importa que seas mí superior, eso no quiere decir que no me dé cuenta de lo que veo —. Dejo escapar una risa irónica.

— Según tú, sabelotodo, ¿Que viste? —. Recargo mí espalda contra el sillón.

— Un chico con sentimientos por una demonio, una demonio en negación y su aprendiz con una crisis nerviosa por el estrés que le genera su superior... —. Sabía que saldría con sus cosas raras.

— Estás mal de la cabeza, ya veo por qué el de arriba te tiró al infierno —. Me burlo de Adirael.

— Y no es todo, mataste a Anne —. Estaba por responder hasta que se escucha como algo cae al piso, ambos miramos hacía la puerta principal y vemos a Bill.

Mierda, Bill.

Por primera vez sentí nervios, una sensación que no ciento hace siglos.

— ¿Mataste a Anne? —. Pregunta con una expresión de decepción y enojo.

— Jajaja Hola, soy Adirael, el futuro desterrado del infierno, bye —. Adirael desaparece, bien, todo sale perfecto... Es sarcasmo.

— Belcebú, contesta, ¿Que hiciste? —. Bill se acerca a mí con enojo y lágrimas retenidas.

— Si, la mate.. —. Suelto todo el aire de mis pulmones en esa sola frase.

Bill da unos pasos hacia atrás con la mirada pérdida.

— Pero vamos, se lo merecía, te hizo sufrir —. Intento remediarlo pero Bill no parece estar bien.

— ¡Callate! No quiero escucharte otra vez, no puedo creer que caigas tan bajo y la hayas matado, me das asco —.

— ¿Terminaste? —. Pregunto sin expresión alguna.— Mira Bill, la vida es así, te guste o no Anne iba a morir de todas formas, yo ya sabía su destino... ¿Que mejor que acelerar el proceso? —. Bill pone sus manos en sus oídos tratando de no escucharme mientras se aleja de mí.

— ¡Mientes! Solo lo dices para que te crea, tu nunca dices la verdad... Vives de la mentira, Anne no iba a morir.. Anne, no —. Se deja caer en un rincón con las lágrimas escurriendo en sus mejillas.

Camino a paso rápido hasta rincón, lo agarro de los hombro estampo su cuerpo contra la dura pared.

— ¡Escucha, Kaulitz! ¡Ella ya está muerta y pudriéndose en el mismo infierno te guste o no! ¡Grabatelo en la puta cabeza y deja de llorar como un maldito niño! ¡Anne murió! —. El niega repetidas veces mientras intenta soltarse de mí agarre.

— No es cierto, tu quieres alejarme de ella, dejame en paz Belcebú, no voy a dejar que arruines mí vida —. Pone sus manos en mis hombros para alejarme con su vista nublada por las lágrimas que caen como cataratas y arrastra consigo el maquillaje de sus ojos.

— ¡Arruinaste tu vida cuando jugaste ese maldito juego! —. Le propino un golpe en la cara del enojo acumulado que tenía, Bill suelta un quejido de dolor, me mira asustado y retrocede.

— Eres un monstruo.. —. Puedo ver el terror en sus ojos, cuando veo su labio partido me alejo de él.

— Soy un demonio, vive con eso y si no puedes, muerete... De las dos formas vas a verme —. Desaparezco de su vista y reaparezco en el cementerio, camino por el solitario camino de asfalto que lleva al centro del panteón.

Las almas buenas se alejan y las malas solo agachan la cabeza ante mí precencia ya que tienen prohibido verme a los ojos.

Llego al centro y frente a mis pies veo que todavía sigue la ouija tirada junto con los símbolos de Tom mal escritos.

¿Que hubiera pasado si esos símbolos fueran distintos? ¿Tal vez yo no estaría aquí sino otro demonio que tal vez hubiera matado a Bill y al resto de la banda? Tal vez, eso nunca lo sabré pero es lo más lógico.

Me viene la cara de susto de Bill cuando le dí ese golpe, no quise pegarle, pero él me hizo enojar, es su culpa. No mía. No soy responsable. No y no.

No es mí culpa, es suya.

𝐁𝐄𝐋𝐂𝐄𝐁𝐔 | 𝐁𝐢𝐥𝐥 𝐊𝐚𝐮𝐥𝐢𝐭𝐳Donde viven las historias. Descúbrelo ahora