↳𝟏𝟒

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Belcebú

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Belcebú.

Estaba a punto de clavar mí garras en su pecho para arrancar su corazón, pero siento una mano en mí nuca, vuelvo en mí y me alejo un poco debido al aturdimiento.

— Belcebú, fue suficiente —. Adirael se interpuso entre Anne y yo.

— Adirael, yo decido quién muere y quién no... No interfieras —. Anne aprovecha ese descuido y se va corriendo.— Necesito matar, cuida de él   —. Señalo a Bill.

— Belcebú —.

— ¡Es una orden! —. Demando en voz fuerte.

Abandono la habitación, centro mí vista y oídos para dar con esa maldita, no siento su presencia aquí así que empiezo a aparecer y desaparecer en distintos lugares de Hamburgo hasta que mí instinto me lleva frente a una estación de servicio.

Observo en la oscuridad como Anne está desesperada por ayuda de la gente que trabaja ahí, ellos tratan de calmarla pero no va a ser suficiente, no en mí presencia.

Con un chasquido de dedos las puertas se cierran desde afuera, las luces se apagan y manipulo mentalmente a uno de los empleados.

Anne.

— ¿¡Que pasa!? —. Me aferro a los brazos de una de las empleadas de la estación de servicio.

Temo por mí vida, esa cosa es el mismo Satanás en persona, va a matarme. No quiero morir.

— Tranquila, está todo bien —. Ella intenta calmarme pero es inútil, ese ser ya está aquí.— Mark, prende las luces —. Lloro del desespero cuando veo que Mark se queda estático en su lugar y nos sonríe como un psicópata.

— Querida Anne, puedes escapar pero no esconderte —. Canturrea a la vez que ríe con esa voz gruesa y fuerte.

— ¡Déjame en paz! Me alejaré de Bill, lo juro por Dios —. De la nada todo parece tranquilo, Mark vuelve en sí pero siento que Valeria, la chica que me abraza, aprieta su agarre haciendo imposible mí liberación.— No.. no, no, ¡Déjenme! —. Lloro desconsolada a nada de una crisis nerviosa.

Mark se da la vuelta quedando de espaldas, mira hacía en ventanal y de forma inesperada su cuello da un giro de 180° con un crujido de huesos espeluznante.

— ¿Que pasa, Anne? ¿Estás asustada acaso? Apuesto que nunca viste a una demonio —. Vuelve a reír mientras que por toda la tienda empiezan a aventarse cosas, las luces parpadean constantemente, Valeria no me suelta y siento que sus uñas lastiman mis brazos.

— Solo déjame en paz, no me acercaré a Bill —. Respiro con algo de dificultad, solo quiero que me crea y se vaya.

Mark cae al piso de espaldas, su boca se abre de sobremanera que se le desencaja la mandíbula, sus ojos se hacen blancos y comienza a salir sangre junto con un monticulo negro que va hacía arriba mientras que símbolos demoníacos se dibujan a su alrededor. Mí cuerpo tiembla al saber que es mí fin en cuanto ese espectro toma forma, la verdadera apariencia de Belcebú.

— Por favor... No quiero morir —. Pido en medio de sollozos y lamentos.

Belcebú solo se ríe macabramente y se acerca a mí.

— Espero que no puedas descansar en paz, vas a ahogarte en las más profundas llamas del infierno —. Su gigantesca mano se posa en mí cabeza, abre mí boca y succiona mí alma hasta que ya no recuerdo quien soy. Estoy muerta.

Belcebú.

Al tragarme su alma, abrí un portal al séptimo infierno ilegalmente y lancé su cuerpo a cancerbero el cuál no dudó en destrozar, lo que antes era, el cuerpo de Anne.

— Buen cachorro —. Lo apremio y cierro el portal

Miro toda la escena que armé, manipulo la mente de Mark y Valeria para que limpien el desastre, cuando cobren conciencia propia no van a recordar lo que pasó.

Vuelvo a mí forma "humana" y salgo como sí nada de ese lugar.

— Ese si que fue un show —. Adirael aplaude impresionado.

— Tenías que cuidar a Bill —. Lo miro perdiendo la calma.

— Está en la entrada de su casa, no quiere entrar a menos de que tú estés ahí.— Me le quedó mirando.— Palabras suyas, no mías —. Levanta sus manos en el aire.

— Bien, ya voy para allá... —. Estaba por irme pero vi que quería decir algo.— ¿Qué? —.

— Tu nunca mataste por alguien —. Su sonrisa de tarado se hace presente.

— Se lo que piensas y la respuesta es no, vete a tu casa —. En menos de un segundo estoy en la entrada de la casa de Bill.

Bill está sentado en la puerta con sus brazos cruzados y lágrimas secas en sus mejillas, lo que faltaba, es sensible también.

— Niño, levántate —. Sostengo su brazo.

—¿Belcebú? —. Cuando reconoce mi voz su cara se ilumina, parece un maldito cachorro que se emociona al ver a su dueño.— Pensé que no volverías —. Su voz está llena de emoción y yo no sé que responder ante eso.

— Si, yo menos... —. Lo ayudo a levantar y en algunas ocasiones tengo que sostenerlo al subir las escaleras.

Mientras lo llevo a su habitación empieza a decir cosas sin sentido, sobre todo de la difuntita, digo, Anne.

— Ella me dijo que volvió porque todavía me ama, ¡Me ama, Belcebú! Yo lo sabía, además, prometió llevarme al prado de luciérnagas —. Entra a su habitación y se tira a su cama.

— ¿Prado de luciérnagas? —. Me quedo con la intriga, mierda, si mañana se entera de que maté a esa víbora va a odiarme y ahí si no voy a poder tener su alma.

Rápidamente voy hasta Bill, coloco mí mano en su frente y me meto en sus recuerdos de hoy, cambié las situaciones y reemplace a Anne por mí, borré la parte donde lo lleva a esa habitación y yo interfiero.

— Listo, es mejor que no lo recuerdes —. Me alejo y con ayuda de mis poderes extiendo una manta sobre su cuerpo inconsciente.— Descansa mechitas —.

Salgo de la habitación y me quedo mirando un punto fijo, sentía una especie de incomodidad al recordar la muerte de Anne, pero sacudí mí cabeza para borrar eso.

— No, eso tenía que pasar y está hecho, ya no hay nada que hacer, ella no merecía a Bill, después de todo —. Ingreso a otra habitación, una de huéspedes y me siento en la cama.

— Prado de luciérnagas —. Susurro para mí misma y cierro mis ojos.

𝐁𝐄𝐋𝐂𝐄𝐁𝐔 | 𝐁𝐢𝐥𝐥 𝐊𝐚𝐮𝐥𝐢𝐭𝐳Donde viven las historias. Descúbrelo ahora