Capítulo 7

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Sentado en una silla junto a la cama, en medio de la habitación de su compañero, Tennessee echó un vistazo alrededor

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Sentado en una silla junto a la cama, en medio de la habitación de su compañero, Tennessee echó un vistazo alrededor. La última vez no fue capaz de apreciarlo como debería, ya fuera por un motivo u otro. Ahora que podía hacerlo con calma..., bueno, se sintió confundido. No había nada de su pareja, aunque sus pertenencias se encontraban ahí.

Invisible. A pesar de que el aroma de las grosellas negras flotaba en el ambiente, casi saturándolo, no había rastro de Tala Tsosie. Ningún indicio de su existencia. Le pareció que trataba de ocultarla; sin embargo, no pudo evitar cuestionarse si lo hizo por decisión propia o por órdenes de los gemelos.

—La manada es tan frágil como su miembro más débil —le recordó su lobo—. Jamás hubo uno como él entre los pardos.

—¿Crees que traten de protegerlo?

—Si fuera uno de tus hermanos pequeños, lo harías.

Tennessee debió estar de acuerdo. Daría lo que fuera por ellos, siempre, sin importar el costo. Aunque desgarrara su piel y se quebrara los huesos o si derramaba hasta la última gota de sangre en el camino, se aseguraría de mantenerlos a salvo.

«Familia sobre la manada», pensó mirando al chico con ternura. «Pero tú eres mi compañero».

En medio del sueño, Tala se movió llamándolo. Despacio, Tennessee deslizó sus dedos sobre la marca de apareamiento en su rostro. La pequeña huella de lobo se sentía tibia y, por un segundo, pudo jurar que palpitaba debajo de su piel como un corazón vivo. Sus almas conectadas fluían en ella.

Con una sonrisa, se inclinó hacia adelante.

—Te protegeré —murmuró.

Besó la frente de Tala antes de ponerse de pie y abandonar la habitación dispuesto a cumplir aquella promesa.

Tenía un asunto urgente que solucionar con el Alfa Tsosie, cuyo rastro siguió hasta los establos de su familia. Al verlo de espalda, acariciando un caballo cálico, no estuvo seguro de cuál de los gemelos se trataba. Para él se veían, movían y hablaban igual, además de su olor... Ambos apestaban a sangre, a muerte y, sobre todas las cosas, a Alfa. No obstante, recordó que Adahy tenía el cabello menos largo.

—Beta Tsosie, ¿dónde está tu hermano? Tenemos que hablar.

—¿Cómo sigue Tala? —Ni siquiera se volvió para verlo—. Avísame si se pone peor, conseguiré medicina...

—Responde.

Los hombros de Adahy se movieron hacia arriba mientras él se reía entre dientes sin humor. El aire que los envolvía se llenó de una terrible pestilencia que le recordó a un funeral: olía a dolor y angustia. Aquellas emociones eran tan potentes que lo marearon por un segundo.

—Búscalo, si tanto lo necesitas.

—Pero eres su hermano, su gemelo.

—¿Y qué? No estamos pegados por la cadera ni nada. —Tomó aire—. Tampoco nos leemos la mente uno al otro... Ya no.

El lobo que acechaba a la luna | Manada de Valley Wolf #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora