Capítulo 58

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Durante la reunión que se llevaba a cabo en el salón, de reojo, Tala observó a Ezra, quien parecía absorto en su propio mundo. Se encontraba sentado en un rincón, limpiando meticulosamente sus cuchillos con un pañuelo. A pesar de llevar más de una hora haciéndolo y limitarse a responder con monosílabos, notó que prestaba atención cada vez que el nombre de Denahi surgía en la conversación, especialmente cuando se hablaba de su estado de salud.

Kanati había proporcionado poca información, pero lo suficiente para entender que Hute Smith intentó quebrantar la determinación de Denahi y forzarlo a reconocerlo como su legítimo Alfa. En vista de que se rehusó, fue azotado y encadenado a la vista de toda la manada, exhibido como un ejemplo del destino que los esperaba si se atrevían desafiarlo.

Al oír esto, el cuchillo que Ezra pulía por quinta vez se le escapó de las manos. Tala percibió cómo su pecho se hinchaba ligeramente y él contenía un gruñido. Sin embargo, su única reacción fue levantarse y abandonar la casa en silencio, sin siquiera mirar a su padre.

Ozara soltó un resoplido de frustración, pero permaneció inmóvil.

A medida que Kanati continuaba, los detalles se volvían cada vez más sombríos: había un adolescente involucrado. Al menos eso es lo que parecía desde la perspectiva del antiguo líder de los Ejecutores. Un cautivo al que Hute trataba como a su mascota.

El tono de Kanati se volvió áspero, casi como un gruñido, mientras proporcionaba los detalles.

¿El lado positivo? Tanto él como Emily, junto con un pequeño grupo, lograron escapar a las profundidades, donde permanecían ocultos a la espera de refuerzos.

Al escuchar esto, los ojos de Kilian brillaron con un leve tono púrpura, mientras las puntas de sus dedos se oscurecían. El negro comenzó a ascender igual que relámpagos por su piel, pintándola. Sin embargo, tras una profunda respiración, logró contener lo que fuera que estuviese ocurriendo antes de pedir más información.

—Entonces, ¿qué hacemos? —preguntó Tennessee, rompiendo el prolongado silencio reflexivo que había invadido la sala.

—Si atacamos ahora, perderemos —replicó Ozara, inclinándose hacia adelante y entrelazando los dedos entre sus piernas—. Lo más prudente es reagruparnos. Primero Valley Wolf, luego los mestizos. Pero para eso, necesitamos trabajar en equipo...

—Puedes contar con mis lobos —afirmó Tennessee, mirando hacia Tala por el rabillo del ojo—. Somos familia.

—Perfecto...

Sus palabras quedaron flotando en el aire, interrumpidas por el ruido de un motor de camioneta que se detenía. Por el aroma que impregnaba el aire, Tala supo de quiénes se trataba, por lo que sonrió y se levantó para dirigirse hacia la puerta.

Finalmente, los refuerzos habían llegado. Tala estaba convencido de que con su ayuda no solo lograrían rescatar a sus hermanos, sino también poner fin a la absurda guerra entre pardos y mestizos que Adam empezó. Esa había sido la principal razón por la que había pedido a su padre adoptivo que regresara a Dark Valley. Aunque se sentía culpable por utilizarlo de esa manera, sabía que él sería el único capaz de encontrar un punto medio. No solo era parte de los mestizos de Changeling's Lair, sino que, le gustara o no, tenía un compañero que también podía ser considerado su enemigo.

El lobo que acechaba a la luna | Manada de Valley Wolf #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora