Capítulo 22

114 21 44
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.



El progreso de Tala le pareció asombroso. En apenas un mes, el muchacho pasó de ser un lobo de manada común, que se escondía llorando por ayuda a... un guerrero quizás un poco suicida, experto con el cuchillo. Uno que, Tennessee no se atrevería jamás a decir, era más grande que él.

No era todo, sin embargo, a lo largo de este tiempo también había entrado en contacto con su medio animal... El otro medio animal. Por lo que en ocasiones era un lobo audaz; en otras, un gato furioso; en algunas ambos y a veces, solo a veces, ninguno. Contradictorio, en su opinión; pero Tennessee reverenciaba cada aspecto de su pareja, por inverosímil que pudiera ser. Ya fuera el muchacho dulce que a menudo se escondía en su regazo o este que lo miraba con aquellos ojos brillantes y le sonreía como si quisiera comérselo...

El deseaba que lo hiciera, Dios, tanto tanto que comenzaba a desesperarse. A menudo fantaseaba con que era Tala el primero en dar el paso, lo sometía con el maldito cuchillo gigante y lo llevaba hasta el final. Se masturbaba con esa imagen en su cabeza. No obstante, había elegido darle tiempo, cuanto fuera necesario, para que su pequeño lobo acechante se animara.

Por como iban las cosas, probablemente envejecería antes.

La hoja del cuchillo le rasgó la piel del cuello. Tennessee apenas logró apartarse cuando el ardor logró hacerlo volver a la realidad. Aunque estaba seguro de que Tala nunca lo dañaría en serio, no adrede, él aún era capaz de causarle algunas lesiones como parte del combate amistoso al que ninguno podría continuar llamando «entrenamiento».

Tennessee esbozó una sonrisa, limpiándose la sangre que brotaba de su piel como un delgado hilo. Hialeah había tenido razón: era parte de Tala. Siendo un Nez de nacimiento, naturalmente, el instinto estaba ahí. Siempre lo estuvo; el problema fue que nadie quiso verlo.

Los labios de Tala se levantaron en una sonrisa siniestra, en la que se asomaron dos pares de colmillos de gato, a la vez que emitía ese sonido que lograba inquietar a su lobo. Era como un «hiss» agudo, que le erizaba la piel. Aunque también conseguía enfurecerlo un poco, lo suficiente para llevarlo a devolver el ataque.

Respondiendo con un gruñido, Tennessee lanzó otro par de golpes. La forma en la que Tala los esquivó le pareció nada menos que elegante. Sus movimientos fueron una mezcla de los gráciles felinos, sin perder ferocidad del lobo. El muchacho giró de un lado a otro como en medio de una danza, con su cabello ondeando en el aire, antes de saltar hacia atrás.

Tennessee intentó no permitir que aquella hermosura casi etérea lo deslumbrase. Se golpeó la cabeza con las palmas de las manos y atacó de nuevo. Sus garras rozaron la mejilla del muchacho, cuya sangre le manchó la piel formando tres líneas delgadas. Sonriéndole, él se la limpió con el pulgar que después se llevó a la boca.

Entonces, su próxima advertencia fue un alarido. Antes de que pudiera reaccionar a él o al menos responderlo, Tennessee fue atacado por una figura humanoide que lo derribó sobre la tierra.

El lobo que acechaba a la luna | Manada de Valley Wolf #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora