El gato había desaparecido. Incluso si a lo largo de la vida Tala logró percibirlo como una presencia fantasmal, que se paseaba por los rincones de su alma perturbándolo, sin importar que no lo comprendiera entonces, él jamás se desvaneció. No como ahora.
Y su ausencia no solo debilitó al propio Tala o a su lobo, sino que afectó a Tennessee. Desde aquella oportunidad algo en sus ojos desapareció. Sin embargo, Tala prefirió fingir que la situación continuaba siendo la misma: estaban juntos en Dark Valley , llevando una vida tranquila, nada más.
Aunque en el fondo, no tan profundo para negarse, lo extrañaba.
Por otro lado, había pasado de ser una sombra insignificante para su gente a ser una paria en la manada de su compañero. Desde el incidente con Jacob, los niños escapaban de él y los adultos lo miraban con recelo. No todos. La mayoría de sus cuñados, por ejemplo, lo hacían con lástima, incluso Joseph. No así Adam, que disfrutaba no tan secretamente su situación. Kanati..., bueno, él ni siquiera se atrevía a sostenerle la mirada sin escupir al piso.
Así, sin que fuera ninguna sorpresa, comenzó a sentirse tan solo como al principio.
Mientras se encontraba jugando junto a Toffee y Cinnamon, el cachorro mitad zorro mitad perro, en el jardín de su casa —ya que como se encontraba «castigado» tenía prohibido hacer la mayoría de las cosas que le gustaban— una presencia lo inquietó. Fue más bien el pesado olor, que últimamente lograba hacerlo sentir enfermo. Si tuviera que describirlo, sería como una mezcla de carne podrida, muerte, destrucción... y celos. Unos terribles celos que le erizaban la piel.
Antes de que pudiera fingir no haberlo notado y volver al interior de su hogar, Adam le apretó el hombro. Las heridas aún abiertas le dolieron; sin embargo, Tala se tragó el quejido y forzó un gesto de tranquilidad en su rostro.
—Vete —dijo, logrando no balbucear.
—No seas así, bonito, vine a hablar...
—Te lo puedes meter en el culo.
Adam resopló una risa y acercó los labios a su oreja. El modo en el que le pegó el pecho a la espalda, más que lastimarlo, le causó náuseas. Y cuando su aliento le rozó la piel, Tala pensó que vomitaría.
—¿Y si mejor te lo meto a ti?
—Puedo no tener mi cuchillo, cuñado... —El pecho le vibró por el gruñido que se construía—. Pero no soy ningún inútil.
—Lindo y salvaje. Qué sexi.
—Uno...
—¡Bueno, bueno! —rio.
Retrocedió levantando las manos. Tala se giró hacia él junto cuando Toffee saltaba hacia sus brazos. Los ojos de Adam lo miraron por un segundo, luego se dirigieron hacia Cinnamon y finalmente retornaron a su rostro.
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El lobo que acechaba a la luna | Manada de Valley Wolf #2
Romance¿Qué tanto nos puede cambiar el dolor? Como un simple lobo de manada y, por lo tanto, el más débil de los cinco príncipes de Valley Wolf, Tala Tsosie ha permanecido bajo la sombra de sus hermanos, en especial de «Las Bestias Gemelas», quienes nunca...