Capítulo 20

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Cuando entró al despacho de su padre, Tennessee se paralizó ante el trío de cambiaformas en su oficina. Un Alfa, un Beta y un Omega. Uno más extraño que el otro; uno más intimidante que el otro...

El Alfa tenía la sangre pura. No solo lo supo por el olor metálico en este, sino por el enorme lobo que no se molestaba en esconderse y que halló en su mirada carmesí. El Beta, que era un enorme pelirrojo, tenía los de irises dorados y verde lima, que parecían fluctuar como una lámpara de lava. Sin embargo, aquello no fue lo que atrajo la atención de Tennessee, sino el insondable dolor que intentaba esconder tras una máscara de indiferencia que se agrietó al verlo.

Lo notó el momento preciso en el que sus ojos se agrandaron mientras contenía el aliento antes de tragar con aspereza y retornar a la expresión sombría.

Por otro lado, el Omega, en cuyos ojos azules parecía arder el mismo infierno, le sonrió con malicia. Un colmillo se asomó sobre su labio a la vez que alzaba la ceja con burla. Al percatarse de que lo retaba en silencio, el Alfa sobre el que se encontraba sentado le susurró al oído: «Compórtate». Tras hacer rodar los ojos, resoplando desdeñoso, el Omega volvió su atención hacia Jacob.

Confundido, Tennessee frunció el ceño. ¿Qué carajo estaba ocurriendo? Cuando su padre lo mandó a llamar, diciendo que era urgente, imaginó que se encontraban bajo ataque; no que tendrían una reunión con el club de los psicóticos.

—Alfa —dijo dirigiéndose a Jacob, aunque sin apartar la vista del hombre de ojos carmesíes. De los tres visitantes, era el que más le preocupaba—. ¿Para qué me necesitas?

—Siéntate.

—Estoy bien así. Dime qué necesitas.

—¡Siéntate para que hablemos de una vez, Tennessee!

—¿Sabes? Estaba ocupado con mi cosa bonita... —Resopló molesto—. Si no es importante, me retiro. Tala me espera...

—¿Dijiste Tala? —La voz del pelirrojo se levantó ligeramente, tanto como su cuerpo se tensó—. ¿Tala Tsosie?

—Nez —lo corrigió—. Compañero Beta, para ti... Tú...

—Agony.

Tennessee ladeó la cabeza. Él conocía ese nombre, por supuesto. Ezra, Agony, Weissenberg, Asesino de Crimson Lake y... el compañero de Denahi Tsosie. «Excompañero», lo corrigió su lobo. Él no estuvo de acuerdo. Para Tennessee, una vez que te unías a tu alma gemela, sin importar lo que ocurriera, serían uno para siempre. En esta vida y en la otra, también en todas las demás.

Aun así, poniéndose en su lugar, comprendía al pobre hombre. El infierno que atravesó debió de ser terrible para que ahora pareciera un alma maldecida por los dioses. En su interior, sintió lástima.

—¿Son compañeros?

—Con mordida y todo. —Se señaló la marca de apareamiento—. Linda, ¿verdad?

El lobo que acechaba a la luna | Manada de Valley Wolf #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora