Capítulo 65

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Los próximos días, Tennessee permaneció inquebrantable junto a la cama, esperando a que su compañero abriera los ojos

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Los próximos días, Tennessee permaneció inquebrantable junto a la cama, esperando a que su compañero abriera los ojos. A pesar de su sangre y la oportuna intervención de Zahn, la profundidad de las heridas, aunado a su propia naturaleza como lobo de manada, lo mantuvieron en una zona de peligro constante.

Durante ese tiempo, fue un testigo impotente del dolor que lo hacía gritar aún en medio de la inconciencia y de las intensas fiebres. Sin embargo, llegados al quinto día, ambos se detuvieron y el rostro de Tala comenzó a mostrar signos de mejoría, así como su cuerpo. Los enormes surcos que le dejó Adam con sus garras y las profundas mordidas desaparecieron casi en su totalidad.

Con todo, él se rehusó a moverse, salvo las excepciones naturales como las duchas, temiendo que los acontecimientos pudieran tomar un giro desfavorable o simplemente no encontrarse ahí cuando Tala abriera los ojos. Deseaba ser lo primero que viera, incluso si era egoísta. Sin embargo, tanto los hermanos Tsosie como Zahn, Kendrick y Jarek se mostraron comprensivos, por lo que respaldaron su decisión.

Durante la noche del séptimo día, los ojos de Tala finalmente se abrieron. Al principio fue solo un leve movimiento de párpados, semejante al aleteo de una mariposa, que lo hizo contener la respiración mientras esperaba. Los segundos se diluyeron despacio, casi de forma interminable, arrastrándose junto a su impaciencia. Sin embargo, ocurrió por fin: Tennessee volvió a verse reflejado en aquellos ojos desiguales, tan hermosos como feroces, y no logró contener las lágrimas.

Los labios de su compañero se levantaron apenas un poco, en una sonrisa llena de afecto que reanimó su corazón. Tala movió la mano hacia su rostro y le acarició la mejilla con el pulgar.

—Fuiste por mí —murmuró.

El significado de aquellas palabras le rompieron el corazón. Debió preguntarse cuántas veces lo llamó en el pasado y él no fue capaz de oírlo. Estaba seguro de que Tala se sintió solo y aterrado, abandonado por él. Y aunque no fue culpa de ninguno, entenderlo no bastó para hacerlo sentir mejor.

Tennessee se subió sobre la cama, colocó una rodilla a cada lado de su cuerpo, lo abrazó con fuerza y lloró con el rostro escondido en su cuello.

—Fui por ti —murmuró—. Siempre iré por ti.

—Ya sé.

—Nunca llegaré tarde de nuevo.

—Lo sé. —Tala se movió hasta conseguir sujetarlo por las mejillas y hacerlo mirar sus ojos—. Siempre he sabido que irás a buscarme.

Tennessee debió tragar con fuerza para deshacer el nudo en su garganta. «Siempre», repitió para sí mismo. Unió su frente a la de él y contempló la profundidad de sus ojos. El lobo y el gato continuaban ahí, coexistiendo como antes, luciendo tan distintos como la última vez.

—No vuelvas a hacerme eso, boo, te lo ruego. No sé que haré si vuelvo a perderte.

—Lo prometo.

El lobo que acechaba a la luna | Manada de Valley Wolf #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora