Capítulo 29

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El cielo se había oscurecido. Tala estaba en los establos, alimentando a Brave, cuando percibió una presencia detrás de él. No es que intentara ocultarse. De hecho, estaba bastante seguro de que Joseph Nez quería llamar su atención.

Aunque la tenía, estaba seguro de que no de la manera que su cuñado deseaba.

Mientras se giraba para enfrentarlo, buscó su cuchillo. Recordando que el Alfa aún no se lo había devuelto, se sintió desprotegido por un instante. Sin embargo, también se recordó a sí mismo que ya no era el mismo lobo débil y tímido que llegó a Dark Valley. Incluso si no era tan fuerte como Joseph, estaba seguro de poder enfrentarlo y resistir. En el mejor de los casos.

En el peor... Bueno, moriría con honor.

—Lamento lo de Toffee y Cinnamon —dijo Joseph.

Su voz fue un murmullo, casi demasiado triste. Casi demasiado débil. Por un momento, tanto el lobo como el propio corazón de Tala se sintieron conmovidos hasta hacerle bajar la guardia. Se recompuso de inmediato, recordándose a sí mismo que no podía ser ingenuo y creerle nunca más. Puede que Joseph no fuera tan terrible como Adam; pero eso no significaba que dejara de ser un monstruo.

—¿No es un poco retorcido decir sus nombres después de lo que hiciste?

—No fui yo.

—Pero tampoco lo detuviste...

—No soy tan estúpido. —Bufó una risa rota—. Dejé de serlo hace años.

La manera en que pronunció esas palabras despertó sus instintos protectores. Tala se volvió para mirarlo a los ojos, sintiendo una necesidad imperiosa de hacerlo. Al encontrarse cara a cara, notó que la anterior arrogancia de Joseph y su sonrisa desagradable habían desaparecido, al igual que cualquier rastro de luz en sus ojos. Si no fuera por su respiración, juraría que estaba frente a un cadáver.

Por alguna razón, le vino a la mente la extraña idea de que eso era lo que veía: un hombre muerto en vida.

Al observarlo más detenidamente, se dio cuenta de dos cosas: llevaba el cabello suelto y no tenía puesto su característico pendiente de pluma. Esto lo hacía difícil de distinguir de su gemelo. Si no fuera por el tono de sus ojos y esa postura de derrota absoluta, habría asegurado que estaba frente a Adam.

»Me creas o no, de verdad lo lamento —continuó—. Pero nunca es bueno tener mascotas con Adam cerca. No le gustan, a menos que se la pueda coger...

—¿Qué quieres decir?

—Pues, que no le gustan y ya.

—No, lo de...

—Ah, eso. —La sonrisa burlona volvió a sus labios, aunque no hacia Tala, sino dirigida a sí mismo—. No creo que quieras saber cómo cogemos, ¿o sí? ¿Eres de esos que tiene fetiches raritos?

El lobo que acechaba a la luna | Manada de Valley Wolf #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora