Capítulo 38

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Cuando Jinx apareció en la puerta de la casa que compartía con Zahn, acompañado por un enorme y fornido cambiaformas, Tala apretó el pomo de la puerta y tragó con dificultad, sin estar seguro de a qué se enfrentaría.

¿Por qué se encontraban ellos ahí? ¿Era una visita social o pensaban matarlos? Si se trataba de la segunda opción, tanto él como su padre adoptivo estarían en terribles problemas. Aunque no dudaba de la capacidad de Zahn, tampoco sería un estúpido para negar que no podría vencer a los dos sin ayuda, y dado que él continuaba recuperándose...

—Traje la carne —dijo Jinx, mostrándole un paquete que no había visto antes—. Ken tiene las cervezas.

Tala volvió a fijarse en el otro hombre, «Ken», cuyos ojos eran como un mar de sangre. Dentro de ellos, le pareció ver a un par de demonios asomarse. Terribles. Realmente espantosos, y parecían querer matar.

A decir verdad, era por completo un individuo impresionante con su más de dos metros y cuerpo de leñador. Aunque lo que lo hacía parecer una bestia y no un humano era el rostro lleno de cicatrices, en especial la enorme que le dividía el lado izquierdo, y la espesa barba oscura que no escondía su sonrisa de depredador.

No tuvo que esforzarse para reconocer el origen de aquellas marcas: las había hecho un lobo. A pesar de ello, debió cuestionarse cómo quedó su oponente, si es que acaso salió con vida del enfrentamiento.

Tala abrió la boca; la voz de Zahn sonó a su espalda:

—Creí que sería vino.

—Bueno, eso es porque alguien se lo tomó —respondió Jinx, haciendo rodar los ojos.

—¿Cuántas veces debo disculparme?

La voz del hombre resonó como el bramido del mar. A Tala le costó mantenerse inmóvil, no encogerse y sollozar igual que un cachorro de lobo. No solo su presencia era intimidante, también la forma en la que hablaba; pero sobre todo aquellos ojos... Dios, no deseaba permanecer ni un momento más en su presencia.

—Todas —respondió Jinx—. ¿Cómo se te ocurre acabarte cuatro botellas tú solo? ¡¿Crees que soy millonario?!

—Yo sí.

—Ese no es... —Jadeó cansado—. ¡No puedo contigo!

El hombre resopló una risa, rodeándole los hombros con el brazo y se inclinó para besarlo en la mejilla. Jinx alejó el rostro, lo empujó hacia un lado e ingresó a la casa dando pasos fuertes que lograron escucharse aun cuando se internó en la cocina. Zahn resopló una risa, meneando la cabeza.

—No sé qué hace contigo —le dijo con pesar.

—Soy encantador...

—Por supuesto.

El lobo que acechaba a la luna | Manada de Valley Wolf #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora