Capítulo 60

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Al amanecer, lo primero con lo que se encontró fue una camioneta negra estacionada en las afueras del pueblo. Lo segundo, sin embargo, lo dejó momentáneamente paralizado: los cuatro Ejecutores encargados de la frontera estaban inconscientes, atados con delgados hilos de plata que se envolvían alrededor de sus cuerpos, a los pies de un hombre al que jamás había visto.

Bajo la luz de la mañana, sus ojos turquesas parecían joyas en las que se exhibía un enorme lobo negro furioso. El intruso tenía una piel pálida y el cabello oscuro cayéndole sobre el cuello. Aunque Tala no se sentía cómodo mirando de forma indiscreta, le fue imposible no fijarse en las enredaderas que ascendían desde el cuello hacia la oreja, le rodeaban el lóbulo y terminaban en el rabillo de su ojo izquierdo.

Una marca de apareamiento imponente, sin dudas. Tuvo que cuestionarse quién sería su pareja y qué clase de cambiaformas.

Justo cuando tanto Tennessee como Adohi comenzaban a gruñirle, exigiéndole que retrocediera, la estridente risa de Ozara los interrumpió. Mirándolo por el rabillo del ojo, Tala lo descubrió limpiándose los suyos. Aunque no fue él quien lo hizo sentir confundido, sino el asombro y el horror que se mezclaban en el rostro de Rhys.

—¡Te lo dije, Agony! —se burló Ozara—. ¡Me debes veinte!

Como respuesta, su hijo resopló y cruzó los brazos. Fingía molestia, pero sus labios luchaban contra una sonrisa. Cedric suspiró cansado.

—Bane. —La voz de Rhys salió un poco aguda—. ¡¿Quién está cuidando mi manada?!

—¿Quién crees? —Sus labios se alzaron con arrogancia, al mismo tiempo que una ceja—. Te daré una pista, empieza con S y termina con now...

—¡Jódeme! —se lamentó, llevándose la mano al rostro. Tomó aire, calmándose y se enfrentó al hombre nuevamente—. Te dije que esperaras...

—Y yo te dije que si sentía que algo iba mal con mi gato de mierda, ni siquiera tú ibas a detenerme. —Contuvo un gruñido—. No percibo a Dris desde anoche.

—¡Carajo! —murmuró Cedric—. ¿Ya no sientes nada?

—Nada. —Tragó fuerte—. Entonces, perdón por venir a molestarlos. Sucede que no vine solo porque es mi macho, sino que nuestras hijas están inconsolables y yo soy un blando de mierda ¡que no soporta verlas llorar!

La forma en la que su voz se quebró, aun si no lloraba, mientras apretaba los puños con fuerza hasta que la sangre comenzó a gotear desde sus nudillos, hizo que Tala viera de forma inconsciente hacia Tennessee.

Conocía ese dolor, la angustia y la desolación. El tiempo que permanecieron separados y en el que la unión se rompió debido a su muerte fue espantoso. Sentía un vacío en el corazón, más profundo que eso, que continuaba extendiéndose sin fin, tragándoselo cada día. Entonces, no hubo nada que pudiera hacer al respecto, y estaba seguro de que él se sentía igual. Tal vez peor.

El lobo que acechaba a la luna | Manada de Valley Wolf #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora