Capítulo 52

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Cedric, Sundown, Edevane le pareció una persona... curiosa. Lo primero en lo que se fijó al verlo descender de la camioneta, siendo seguido por otro grupo de intimidantes hombres y una mujer, fueron las quemaduras que le habían destrozado gran parte del cuerpo. Tan horribles como las propias, incluso la cerne parecía continuar expuesta y cayéndose a pedazos.

Algo así no pudo haber sido hecho con fuego, razonó, el fuego no se veía de esa manera. Lo que sí lo hacía, por otro lado, era la plata. ¿A qué horror indescriptible había sido sometido el pobre hombre? De inmediato, empatizó con él. Aunque se reservó cualquier demostración, sabiendo que sería un insulto. Al menos, para él lo hubiera sido.

Otra cosa de la que se percató fue su terrible parecido con Rhys. Si bien había escuchado que eran primos en primer grado, estaba seguro de que no tenían por qué oler casi de la misma forma. Incluso si el hombre era un falso Alfa, su sola presencia era intimidante y su esencia comenzaba a marearlo. Cedric olía a muerte y a dolor, a sangre. A la sangre de Rhys... ¿Por qué?

Cedric se percató de su escrutinio. En cuanto se volvió para fijarse en su humanidad, Tala se sintió nuevamente un chico indefenso ante su presencia. Aquellos ojos animales, de un color que jamás había visto —no al menos en aquel tono exacto—, no se molestaron en ocultar a la bestia que habitaba en su interior. No era un lobo negro, un pardo o un ártico, ni siquiera una rareza escarlata como ese que habitaba en el Alfa de Crimson Lake, pero se le semejaba. Tenía un abundante pelaje oscuro, que parecía reflejar el color de la sangre y él mismo poseía unos demoníacos ojos citrinos que lo hicieron temblar.

Los labios del hombre se alzaron lentamente, mostrando una sonrisa que pasó de ser amenazante a cálida y amistosa, un poco familiar.

—Sundown —dijo dándole la mano.

—Tala —respondió estrechándola—. Mucho gusto.

—Igual. —Se giró hacia el grupo que lo acompañaba y comenzó a señalarlos—: Rain, Thorn e Idris, nuestros Cazadores. Serán útiles rastreando a tu cuñado, el loco. —Resopló una risa, que Tala compartió—. War y Phantom, Asesinos. Ellos serán útiles, bueno...

—Déjame adivinar, ¿matándolo?

—Correcto. —Levantó el pequeño bolso que había dejado caer al piso—. Entonces..., ¿dónde nos quedaremos? Quiero bañarme... Ah, lo olvidaba: Agony dice «hola».

La mención del apodo de su cuñado —a su juicio, jamás podría ser un «ex»— lo hizo sonreír con honestidad. Lo extrañaba tanto como lo hacía con Tyee y aquellos días de tranquilidad, en los que era ingenuo y feliz. Sobre todas las cosas, feliz.

No se dio cuenta de que se había perdido en sus pensamientos, hasta que Tennessee entrelazó sus dedos y comenzó a guiarlo hacia la casa en la que sus invitados se hospedarían. Mientras caminaban, inició una nueva conversación en torno a los acontecimientos más recientes y lo que se esperaba de ellos como unidad de apoyo.

El lobo que acechaba a la luna | Manada de Valley Wolf #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora