Capítulo 49

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Tennessee durmió durante casi todo el trayecto. El corazón de Tala no logró resistirse a la imagen de su compañero: encogido junto a él, con la cabeza sobre sus piernas, respirando apaciblemente... Aunque continuaba demasiado delgado para su gusto, le pareció encantador, por lo que ni siquiera intentó contenerse cuando su mano se movió por voluntad propia para acariciarle el cabello.

Deslizó los dedos con suavidad, recorriendo cada una de sus ondas y se lo peinó mientras la camioneta avanzaba en medio de la oscuridad de la noche, apenas iluminada por las estrellas en el cielo, que parecían guiarlos.

Desde el asiento de copiloto, Hialeah se giró ligeramente para dirigirles una mirada. Sus labios se alzaron en una de esas habituales sonrisas bondadosas antes de volver la atención al Ejecutor que conducía.

Si bien no le molestaba la presencia de su cuñada, comenzó a cuestionarse sus motivos cuando apareció ante ellos con su pequeño bolso de mano y les anunció que los acompañaría. Aparentemente, «alguien» esperaba por ella en Valley Wolf. No estuvo seguro de qué debía responderle, por lo que se limitó a mirar a Tennessee, quien se encogió de hombros y le abrió paso murmurando «ella sabe lo que hace». Tenía que saberlo, claro, había tratado de advertirle sobre el inferno que atravesaría la última vez que lo vio.

Contrario a las ocasiones pasadas, Kanati no fue quien se quedó a cargo de Dark Valley en ausencia del líder, sino Adohi, debido a que había renunciado a su puesto después de la última advertencia de Tala. Los rumores decían que planeaba abandonar el pueblo en cuanto se resolvieran todos los inconvenientes y la manada estuviera a salvo.

Aquello lo hizo sonreír brevemente. Si supieran lo que les esperaba luego de que él pudiera vengarse... Pero no pensaría en eso ahora. Tala respiró profundo y se dedicó a contemplar el paisaje, disfrutando de la suave brisa que se colaba por la ventana entreabierta y parecía acompasarse con la respiración de Tennessee.

Sin embargo, tampoco logró sacarse de la cabeza sus últimas palabras: «Seré el fuego, si eso quieres». ¿Habría estado consciente, en realidad, de su significado o solo lo dijo por la emoción del momento? Sin importar cuánto trató, no pudo imaginar a Tennessee convirtiéndose en un traidor por él. No solo debido a que era un Beta, el honor y el deber formaban parte de sus genes, sino porque su propio corazón era demasiado noble. Él moriría antes de volverse contra los suyos para dañarlos.

Aquello lo llevó a un nuevo asunto: cuando llegara el momento de ejecutar su venganza en contra de Dark Valley, ¿sería capaz de enfrentarse a muerte a su compañero? ¿Lo mataría y luego moriría en ese mismo lugar? La sola imagen le llenó de lágrimas los ojos. Tuvo que volver a tomar aire para contenerlas.

«Te amo —pensó con dolor—, pero estoy lleno de odio, Tennessee».

Incluso si ya no había cadenas de plata atándolo, continuaba sintiéndose atrapado. Inútil e incapaz de moverse o luchar contra sus sentimientos. Aun si no había más fuego rodeándolo, se sentía arder en él, consumiéndose sin descanso, muriendo... Era un cadáver, lo sabía, cuyo único propósito parecía carecer de valor cuando se trataba del hombre durmiendo sobre sus piernas.

El lobo que acechaba a la luna | Manada de Valley Wolf #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora