Capítulo 48

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La convivencia poco a poco se tornaba dolorosa. No por las razones usuales, que Tennessee comenzó a desear con desesperación. Hubiera preferido discusiones y hasta un poco de sangre y no esa especie de trato silencioso de su compañero. Ojalá fuera algo similar al trato silencioso, en última instancia, ya que así al menos no estaría tan confundido.

Tala seguía preocupándose por él con la misma intensidad que lo hacía a un lado la mayoría de las ocasiones. Era como si lo amara, pero al mismo tiempo su presencia le resultara insoportable y eso... Bueno, ¿cómo se supone que debía tomarlo?

No lo juzgaba, sin embargo. Era consciente de que había provocado aquel comportamiento. Como le dijo: las excusas eran irrelevantes en aquel momento, aunque no podía evitar lamentarse en ocasiones. Sobre todo cuando trataba de acercársele y Tala pasaba de él igual que de un leproso.

Por lo que ahí se encontraban ahora: sobrellevando las cosas y haciendo malabares al mismo tiempo para que la relación no muriera. Pero le costaba, algunas ocasiones más que otras.

Con el regreso de su compañero, también lo hizo la vitalidad del lobo y sus propios anhelos. La mayoría de las veces, debía luchar contra sí mismo para no hacer un movimiento equivocado y complicar la situación. Casi siempre solía resolverlo con una ducha helada, realmente llena de cubos de hielos tomados del refrigerador; sin embargo, conforme pasaron los días, hasta convertirse en una semana, comenzó a ser... imposible. Justo como ahora.

Dormir junto a Tala, sin poder tocarlo pero siendo tocado por él, le parecía un infierno insoportable. Ardía en su interior, recorriéndole las venas igual que lava y hundiéndose en su piel como agujas calientes. Por desgracia, lejos de desalentarlo, el dolor terminaba incitándolo mientras le susurraba palabras obscenas al oído. No se trataba de ningún fetiche masoquista; era más bien la profunda desesperación ante la cual estaba seguro de que cedería.

Temiendo que esto ocurriera y además de ser rechazado Tala, él terminase odiándolo, había luchado con todas sus fuerzas.

Rendido, Tennessee salió de la cama tan silencioso como le fue posible para dirigirse hacia el baño. No se molestó en poner el seguro. Se quitó la ropa y abrió la llave de la ducha, dejándola fría.

Suspiró cuando el agua lo mojó igual que la lluvia, relajándose al fin. Cerró los ojos y contó en voz baja hasta diez. Veinte, treinta... cien... En algún momento, perdió la notición del tiempo, así como el control de lo que hacía. El agua comenzó a sentirse como suaves besos, que se derramaban en su piel recorriéndola despacio... Una suave lengua... Manos con largas uñas que se hundían en su carne...

Jadeó recostándose de la pared. El frío de esta contrastó con el calor de su cuerpo. Tennessee deslizó la mano enjabonada sobre su abdomen, donde había comenzado a quemar sin motivos. Siendo honesto, le ardía por todas partes, en unas más que otras, unas más tolerables que las otras... Ascendió despacio hasta llegar a los pectorales, que recorrió tamborileando los dedos. Los cerró alrededor del pezón que torció un poco, solo un poco... Al principio. Terminó necesitando más de eso; se lo dio a sí mismo. Cuando lo sintió, debió morderse el labio.

El lobo que acechaba a la luna | Manada de Valley Wolf #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora