Capítulo 8

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Despertar solo se volvió una costumbre desde que Tyee escapó de Valley Wolf

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Despertar solo se volvió una costumbre desde que Tyee escapó de Valley Wolf. Por supuesto, Tala no lo culpó por haberlo abandonado. De encontrarse en su lugar, él también habría huido, sobre todo porque ninguno tenía nada en este mundo más allá de una familia que decidieron construir desde las cenizas y que, gracias a los actos crueles de Hute, volvió a ellas en un abrir y cerrar de ojos. Además, si su propio padre jamás lo quiso, ¿por qué debía hacerlo Tyee? O más aún, Denahi.

Sin embargo, luego de conocer a Tennessee y ser testigo de su dedicación, de escuchar las tiernas palabras que le susurró al oído, creyó como un idiota que jamás volvería a estar solo. Incluso si era una tontería, el corazón de Tala comenzó a doler.

Al sentarse en la cama, se sintió momentáneamente mareado. Debió respirar hondo mientras se presionaba el pecho con la mano para calmarse. Buscó a Toffee con la vista, lo halló junto a él, durmiendo sobre la almohada. Sonrió tranquilo. Al menos él no lo abandonaba nunca.

Con un suspiro, lo tomó entre sus brazos y lo besó en la cabeza. Toffee se frotó contra él, emitiendo un suave dokeo en muestra de satisfacción. El hurón olía como Tennessee, probablemente por haber pasado la noche en su pecho. Tala lo apretó fuerte, conteniendo un sollozo. De repente, los ojos le ardían. Con todo, no lloró.

Después de un rato, decidió que había sido lo bastante lamentable. Así que se levantó de la cama, tomó un baño rápido y se cambió de ropa. Luego, decidió salir a pasear por el bosque junto a Toffee. Ya que el pueblo estaba demasiado ocupado con la posible guerra que se avecinaba y sus hermanos utilizándolo como pago para obtener los favores de la manada de Dark Valley, nadie notaría su ausencia.

Era un lobo insignificante, ¿quién se preocuparía si merodeaba por ahí? Estaba seguro de que podría ser devorado por osos salvajes y aun así nadie lo extrañaría.

Mientras paseaba por el bosque, sumido en sus pensamientos, no se percató de a dónde se dirigía hasta que fue tarde. El estremecimiento que se apoderó de él solo podía ser descrito como terror. Uno de los más profundos e inexplicables, que iba más allá de los instintos de su lobo; provenía del corazón.

Tala no supo el porqué; sin embargo, en cuanto los hermanos Nez le sonrieron la sangre que le recorría las venas pareció congelarse. Aún no sabía diferenciarlos, para él eran idénticos a pesar de que las tonalidades de sus ojos se veían distintas bajo la luz del sol.

—¿Qué hace una cosita como tú en un lugar como este? —preguntó el que llevaba el cabello al nivel de los hombros—. ¿Te perdiste, Caperucita?

El muchacho retrocedió un par de pasos, percatándose de la incomodidad de Toffee, quie se erizó sobre su hombro. Lo acarició para tranquilizarlo.

—Mi-mi nombre es Tala —respondió con la voz temblándole tanto como las piernas—. Y no me perdí, conozco el bosque.

Ah-ha —replicó el otro, quien llevaba una pluma como pendiente en la oreja izquierda—. Yo creo que te perdiste. ¿Escapando de Tennessee otra vez?

El lobo que acechaba a la luna | Manada de Valley Wolf #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora