Capítulo 14

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En cuanto bajó de la camioneta, lo primero que vio fue el rostro sonriente de Hialeah, la única de sus hermanas que prefería no luchar

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En cuanto bajó de la camioneta, lo primero que vio fue el rostro sonriente de Hialeah, la única de sus hermanas que prefería no luchar. Devolviéndole el gesto, Tennessee ignoró a los miembros de la manada que habían ido para recibirlos también y la estrechó en un fuerte abrazo. Como de costumbre, olía a las rosas silvestres que le adornaban el cabello.

La besó en la cabeza antes de alzarla en brazos y girar un par de veces. Hialeah gritó una risa, golpeándolo en el hombro para que se detuviera. Cuando la dejó nuevamente en el piso, ella le acarició la mejilla. Sus dedos se deslizaron poco a poco sobre la marca de apareamiento a la vez que sus ojos la contemplaban casi como si se tratara de un milagro.

—¿Y dónde está él?

—Podría ser una ella, ¿sabes?, no seas prejuiciosa. El hecho de que prefiera los penes...

—Pero no lo es, y él es hermoso.

Tennessee tragó con dificultad. Los inusuales ojos de Hialeah parecían oscilar bajo la luz de la luna llena, reflejando su magia. Algo en ellos, en ese interior insondable que había logrado estremecerlo desde la primera vez que los vio, pareció responder a la pregunta que no se atrevía a formular.

Ella lo había visto mucho antes que él, ¿pero desde cuándo? Quizás por eso Hialeah nunca perdió la fe, aun si él lo hizo.

—Sí, lo es. —Sonrió gentil—. Me atrapó apenas lo vi.

—Es lo que hacen los compañeros, Nessie. —Volvió a mirar tras él—. ¿Y dónde está?

—Es un poco tímido. —Se rascó la cabeza—. No quiere bajar de la camioneta...

—¡Tonterías!

Hialeah lo empujó, quitándolo de su camino, y se dirigió hacia el auto, cuyas ventanas se encontraban a la mitad. En cuanto Tala se percató de su presencia, desvió la mirada y fingió no haberla notado. Por supuesto, Hialeah no se detuvo. Resoplando una risa, metió la mano por la ventanilla y abrió la puerta. Un momento después, Tala se encontraba siendo abrazado por ella, tan fuerte que Tennessee creyó que lo lastimaría.

—Bienvenido. —Pese a que se lo susurró al oído, Tennessee logró escucharla—. Él lleva años esperándote. Gracias por aparecer.

—Yo... Bu-bueno... ¿De-de nada?

Hialeah se apartó para mirarlo a los ojos. Sosteniéndolo por las mejillas, hizo que se inclinase a su altura y lo besó en la frente.

—Esta noche celebramos en tu honor. —Vio a Tennessee por encima del hombro—. Por ambos y su felicidad.

—Gracias. —La voz de Tala se quebró ligeramente.

—Deben de estar cansados por el viaje. Vayan a refrescarse y vuelvan, no queremos empezar sin ustedes. —Avanzó hacia Tennessee, le palmeó la mejilla y dijo—: No lo entretengas; ya habrá tiempo.

El lobo que acechaba a la luna | Manada de Valley Wolf #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora