Mientras Tennessee metía el equipaje dentro de la camioneta, dentro de la cual Joseph aguardaba pacientemente, sosteniendo a Lozen en su regazo, Tala echó un vistazo alrededor. Incluso si el lugar continuaba siendo escombros, el antiguo territorio de Dark Valley poco a poco se levantaba desde sus cenizas. Ahora, como una sola manada y bajo el liderazgo tanto de Denahi como el de Adahy, los Pardos empezaban de nuevo.
No lo hacían solos, sin embargo. Luego de las celebraciones en Lostling's Sanctuary, que se extendieron durante poco más de una semana, los mestizos descendieron junto a Zahn para volver al que nunca debió de haber dejado de ser su territorio. Adohi se rehusó a separarse de su lado, aun cuando él le presentó la alternativa. «Mi lugar está contigo», le dijo abrazándolo. Por primera vez en el tiempo que llevaban conociéndose, Zahn le correspondió antes de besarlo.
Aquella imagen había formado un nudo en la garganta de Tala, quien debió retirarse un poco para no llorar. Aunque los extrañaría, el momento de seguir adelante había llegado.
Ahora, mientras un par de niños mestizos corría detrás un lobo mascota, perteneciente a algún miembro de la comunidad, no pudo hacer más que sonreír nostálgico. Después de todo, las cosas eran lo que debieron ser.
«Ahora pueden descansar en paz, Tayen y Brian; Laila, Jacy, Brocky —pensó—... Todos ustedes».
—¿Estás listo? —preguntó Tennessee, rodeándole los hombros con el brazo.
—Sí...
Las palabras murieron en su boca en cuanto sopló la suave brisa. El tiempo pareció detenerse, así como sus hermanos, quienes se encontraban trabajando en las reparaciones del lugar y volvieron las cabezas en su dirección. Tala se quedó sin aliento, con el corazón palpitándole casi demasiado fuerte. El agarre de Tennessee se afianzó y sus uñas se le hundieron en la piel.
El hombre, que parecía levitar sobre el piso, se detuvo y los contempló en silencio. Su estatura superaba los dos metros y su físico recordaba al de un luchador; sin embargo, lo que más destacaba era su piel que relucía como el bronce y aquellos ojos de fuego que contrastaba con la pelirroja cabellera que le caía sobre los hombros y se ondulaba hasta la cintura. Un diseño de llamas carmesí le cubría la piel, extendiéndose incluso hasta parte del rostro. Era... tan imponente como aterrador.
Los instintos de Tala se levantaron alertas, listos para recibir el ataque. Uno que nunca llegó.
Cuando el forastero se hizo a un lado, Tala sintió que se quedaba sin fuerzas. Debió aferrarse a Tennessee para no caerse. Después de tantos años, finalmente...
—Ty-Tyee —balbuceó.
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El lobo que acechaba a la luna | Manada de Valley Wolf #2
Romance¿Qué tanto nos puede cambiar el dolor? Como un simple lobo de manada y, por lo tanto, el más débil de los cinco príncipes de Valley Wolf, Tala Tsosie ha permanecido bajo la sombra de sus hermanos, en especial de «Las Bestias Gemelas», quienes nunca...