A mitad de la noche, mientras daba uno de sus habituales paseos productos del insomnio, Tennessee entró en los establos de su familia. En la oscuridad, distinguió la figura encorvada de uno de sus hermanos. Debido al olor, no estuvo seguro de si se trataba de Adam o de Joseph. Sin embargo, cuando este se percató de su presencia y pareció paralizarse un segundo antes de volverse para mirarlo, comprendió cuál de ellos era.
Lo que realmente lo asombró fue el hecho de que Brave no se mostrara hostil. Fuera de Tala y el propio Tennessee, el caballo se comportaba igual que el mismo Helhest. Acercársele resultaba imposible, en el mejor de los casos. En el peor... Bueno, ¿no había experimentado el propio Joseph su furia?
En cuanto sus ojos se encontraron, su hermano menor inclinó la cabeza. Nuevamente, utilizaba el cabello suelto y este le cayó sobre el rostro igual que una cascada oscura. Por la forma en la que se colocó, parecía querer ocultar alguna cosa.
—No hice nada —balbuceó con rapidez.
—¿Quién dijo que lo hicieras?
—Pero lo pensaste, ¿no?
—Bueno, perdóname, tampoco es que te hayas comportado bien antes.
Joseph resopló una risa desdeñosa que, sin embargo, le pareció demasiado triste. Por primera vez, Tennessee notó los pequeños detalles que a lo largo del tiempo permanecieron ocultos a simple vista: cuando Adam no estaba a su lado, Joseph parecía un poco menos valiente, quizás hasta débil y tímido. Le recordaba al niño que vio crecer. ¿Sería que jamás...?
Sacudiendo levemente la cabeza, desechó esa idea ridícula. Joseph estaba tan condenado como Adam. Nada en el mundo cambiaría ese hecho.
Mientras su hermano caminaba hacia la puerta, se percató de otro detalle: tampoco utilizaba su pendiente de pluma. Para Joseph, aquel parecía ser un tesoro invaluable, por el que había llegado a atacar a otras personas. A pesar de eso, en ocasiones no lo usaba durante largos períodos, que coincidían con no recogerse el cabello o estar «indispuesto» algunos días.
Entonces algo en la mejilla de su hermano le llamó la atención. Pequeño, quizás, hasta el grado de ser imperceptible si no se le ponía la atención necesaria. Una marca que comenzaba a verse negruzca, lo cual indicaba que era reciente. Un golpe. ¡Un maldito golpe! ¿Quién por el infierno se atrevió a lastimar a uno de los Príncipes Pardos? Pagaría con sangre.
Sin importar las diferencias que hubieran tenido, Joseph continuaba siendo su hermano pequeño.
Sosteniéndolo por el brazo, lo detuvo y habló con voz dura:
—¿Quién fue?
—No sé de qué...
—¡¿Quién carajos te pegó, Joseph?!
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El lobo que acechaba a la luna | Manada de Valley Wolf #2
Romantik¿Qué tanto nos puede cambiar el dolor? Como un simple lobo de manada y, por lo tanto, el más débil de los cinco príncipes de Valley Wolf, Tala Tsosie ha permanecido bajo la sombra de sus hermanos, en especial de «Las Bestias Gemelas», quienes nunca...