Capítulo 41

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La persona en al espejo no se le parecía en absoluto. Mientras se anudaba las dos plumas negras de cuervo, cuyo reflejo iridiscente era azulado y púrpura, en el cabello, Tennessee suspiró.

Su rostro demacrado le pareció como una horrible máscara que en lugar de esconder todo el sufrimiento que lo atormentaba, al final lo exponía al mundo. Tenía dos bolsas oscuras debajo de los ojos y la piel reseca demasiado pálida. Estaba seguro de que parecía un muerto en vida y, honestamente, en eso se había convertido.

Resopló una risa desdeñosa, considerando la ironía en aquella situación. Dos meses atrás, su lobo se lo había confesado: estaba enfermo y moriría muy probablemente luego de la Luna de Cazador. Sin su compañero ya no le quedaban fuerzas, tampoco ganas de seguir luchando. Por lo que le concedería un tiempo de gracia para poner en orden sus asuntos y partir en paz.

Él no se opuso. Lo consideró apropiado, a final de cuentas. Morir por la época en la que perdió a la persona que amaba era el más grande de los honores.

Había comunicado esto a sus hermanos, a los que se encontraban cerca tanto como como a los que se mudaron lejos buscando su propia felicidad, y a Kanati. Al principio, ninguno lo aceptó. Incluso pretendieron forzarlo a luchar; pero cuando entendieron que sería en vano... Ahora, esperaban la llegada de la dulce muerte.

Durante este tiempo, Tennessee comenzó a dejar en orden los asuntos de la manada. Harto de la división que había entre ellos, decidió entablar nuevamente relaciones con los pardos de Valley Wolf, pues sabía que estarían seguros de esa manera. También, estaba haciendo los arreglos para que luego de su muerte, Denahi Tsosie ocupara el puesto de Alfa. Sus hermanos estuvieron de acuerdo, ya que ninguno deseó serlo nunca.

Incluso en medio de las desgracias, se dijo, las cosas estaban saliendo bien.

«Pronto iré a verte, boo —pensó con una sonrisa—. Espérame».

Se dirigió a la habitación de huéspedes, que en el pasado estuvo deshabitada, y abrió la puerta con lentitud. Joseph ya se encontraba sentado en el marco del ventanal. Como desde que despertó del coma inducido: su mirada vacía contemplaba el horizonte mientras jugueteaba con la pluma de su pendiente. El cabello, que le había crecido, le caía suelto sobre los hombros y se extendía hasta el final de su espalda.

Tennessee suspiró antes de acercársele. En cuanto llegó a él, Joseph movió el rostro y le regaló una de esas pequeñas sonrisas tan muertas como su alma.

—Buenos días —murmuró antes de besarlo en la mejilla—. ¿Saldrás hoy?

Nuevamente, Joseph no respondió. En su lugar, eligió volver la atención al cielo y dejó salir un largo suspiro. Tennessee debió luchar contra un sollozo.

Sin importar cuánto se explicaran, no dejaba de doler. ¿Cómo aceptaba que su hermano se encontraba atrapado dentro de su propia mente y se rehusaba a salir? Debido a los años de abuso y los últimos sucesos traumáticos, su estabilidad terminó rompiéndose y, en consecuencia, él escogió protegerse de la única forma posible.

El lobo que acechaba a la luna | Manada de Valley Wolf #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora