Tierra 15: La Gaceta de Madrid: Cicatrices y lienzos

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Todo será desde la perspectiva de Carla

Carla

Su nada elocuente personalidad y esa imposibilidad para seguir instrucciones me enervaba, mi mente me pedía a gritos que azotara ese bonito culo, pero el cachorrito seguía teniéndole pánico a mi colección de fustas y látigos, me frustraba su aversión, aunque no podía negar que estaba bien justificado su temor, no quería que Samuel sintiera ese miedo y me asociara con la figura tirana de su padre, jamás le haría daño, jamás abusaría de mi poder sobre él, era un privilegio que él confiara en mí, y, que me cediera el control de su vida, era algo que respetaba, estuviera en un contrato o no.

El cachorrito seguía sin decir nada de su padre y yo había decidido ir a paso lento, dándole su espacio, había algunas cicatrices en su cuerpo que el tiempo había hecho desaparecer casi por completo, pero que seguían ahí, eran casi imperceptibles a menos que inspeccionaras su piel de la forma en la que yo lo había hecho en tantas noches que habíamos pasado juntos, además esa cicatriz en su ceja, me quitaba el sueño.

Algunas noches pasaba mi pulgar suavemente dibujando su forma irregular, trataba de imaginar escenarios de lo sucedido, me gustaba pensar que había sido producto de una caída infantil, tal vez montando bicicleta en el parque, o corriendo hacia la heladería. Otras veces, verla, me enfermaba hasta el extremo de apartar de inmediato mis ojos de su bello rostro, en esas ocasiones los escenarios no eran felices, mi mente pensaba en una causa atroz, como su padre golpeándolo o al cachorrito huyendo de la violencia y la ira de ese hombre, era algo insoportable.

 Otras veces, verla, me enfermaba hasta el extremo de apartar de inmediato mis ojos de su bello rostro, en esas ocasiones los escenarios no eran felices, mi mente pensaba en una causa atroz, como su padre golpeándolo o al cachorrito huyendo de la ...

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Era tarde, Lucrecia se quedaría a pasar la noche, aún debíamos revisar la contabilidad del club, estaba agotada y solo quería llegar a casa para desenfundarme del vestido y quitarme los enormes tacones de aguja que estaban acribillando mis talones. Mi chofer condujo por las desoladas y ya silenciosas avenidas de Madrid que me llevaban a casa, por primera vez, se sentía así, como un hogar, alguien me esperaba, de seguro encontraría su desorden en la sala, su olor en todos los rincones y su cuerpo cálido y respiración sonora en nuestra cama, me había propuesto romper los límites del curioso periodista sin imaginar que sería él el que terminaría rompiendo los míos.

"Pasa Lu, ponte cómoda, ya sabes en dónde está la habitación de huéspedes... iré a cambiarme" indiqué mientras giraba la llave y abría la puerta principal que conectaba con la sala de estar, todo estaba justo como lo había imaginado, el cachorrito de seguro había entrado a las carreras, como siempre, su chumpa se había caído del perchero y estaba en el piso y, sus zapatos lodosos ya habían manchado de nuevo la alfombra, pero la luz del jardín estaba encendida y la vista era maravillosa, de inmediato mi enfado fue apaciguado por lo que mis ojos veían a través de las puertas de cristal que conectaban con el patio trasero.

"Nada mal Darling, nada mal" rodé los ojos mientras veía a mi amiga y socia desaparecer por el pasillo que la dirigía a la habitación que ocuparía esta noche, yo no era la única que necesitaba un cambio de ropa y tal vez también una ducha rápida, después de todo, sería una noche larga y lo sabíamos. Dejé los tacones junto a esas botas sucias y gastadas, me había hecho un berrinche para conservarlas y yo había cedido gracias a sus ojos de cachorro y sus mofletes inflados, lo amaba y odiaba por eso... tal vez no lo odiaba tanto, no era la primera vez que usaba su arsenal contra mí, aunque ahora estaba más que complacida de haber accedido a su último capricho, no podía quejarme después de lo que estaba presenciando.

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