Tierra 2: Mas allá de la muerte

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Año 2025

Le digo adiós a Londres, es imposible seguir aquí, he recorrido, pueblos, ciudades, continentes enteros y por fin vuelvo a casa, Caleruega. He decidido renovar la mansión, vender algunos objetos que no tienen ningún valor sentimental pero sí valor económico, para agenciarme de efectivo. Guzmán, mi hermano, a estado de acuerdo, hemos acumulado tanto a lo largo de siglos.

Hoy vendrá el arquitecto a cargo de la renovación, la casa ha estado abandonada por años, así que hay mucho que hacer, Cayetana, mi ama de llaves, se ha encargado de preparar una habitación para él pues la casa está lejos del pueblo y no sería práctico viajar todos los días.

Cayetana: Señora, el arquitecto está aquí

Carla: Gracias, hazlo pasar al despacho

Cayetana: Sí señora

Es joven, más de lo que imaginé, atractivo y con unos grandes ojos marrones, no tan elegante, pero pulcro y educado, se sorprende al verme, asumo que tampoco soy lo que esperaba.

Es joven, más de lo que imaginé, atractivo y con unos grandes ojos marrones, no tan elegante, pero pulcro y educado, se sorprende al verme, asumo que tampoco soy lo que esperaba

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Carla: Arquitecto, pase adelante por favor... Siéntese

Samuel: Samuel García, mucho gusto

Carla: Carla Rosón Caleruega

Estrechó mi mano, su palma estaba húmeda y temblorosa, pero a pesar de eso, fue firme, su olor llegó a mis fosas nasales y me sentí embriagada, olía a madera, sándalo, para ser exacto, tenía ese toque de almizcle que se mezclaba con la sal de su sudor, no pude evitar inhalar fuertemente.

Samuel: Perdón la tardanza, sé que debí llegar hace una hora, pero me perdí

Carla: Me disculpo por eso, debí enviar a recogerlo

Samuel: No se preocupe, ya estoy aquí, empezaré a tomar medidas, o prefiere que empiece con algo más

Carla: No, las medidas están bien. Le pediré a Cayetana que lo guíe a su habitación para que se acomode

Samuel: Perfecto... Con permiso

Se retiró y un deseo casi incontenible de atacar su yugular me invadió, me aferré fuerte a la silla que ocupaba y suspiré agradecida cuando la puerta se cerró dividiendo nuestros espacios. Más tarde lo encontré detenido frente a una de las pinturas del salón, me acerqué lo más que mi autocontrol me permitía, podía escuchar esa vena palpitante en su cuello, la sangre corriendo por su cuerpo. Cuando se percató de mi presencia se sobresaltó.

 Cuando se percató de mi presencia se sobresaltó

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