Tierra 4: Golpe al corazón

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Supongo que siempre lo ame, desde el primer día, lo recuerdo tan claro, tenía 7 años, era medio día y lo vi a través de mi ventana en el segundo piso de la casa, el ruido del camión de mudanza había llamado mi atención. La casa de al lado había estado deshabitada por más de dos años, corría con sus brazos al aire simulando volar, llevaba una capa de Batman amarrada a su cuello, su madre lo seguía con la mirada, mientas su padre firmaba unos papeles que el conductor le había entregado.

Habían sido días duros, mi hermano menor, Ander, había sido diagnosticado con leucemia, me sentía devastada y sola, la atención de mis padres estaba volcada a Ander, no me molestaba, lo entendía.

Y luego alzó la mirada, tenía esos grandes ojos caramelo, como los de caricatura asiática y esas pestañas imposiblemente largas, una amplia sonrisa se dibujó en su rostro y un hoyuelo apareció en su regordete moflete, levantó su mano y la agitó enérgicamente.

Y luego alzó la mirada, tenía esos grandes ojos caramelo, como los de caricatura asiática y esas pestañas imposiblemente largas, una amplia sonrisa se dibujó en su rostro y un hoyuelo apareció en su regordete moflete, levantó su mano y la agitó en...

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Sonreí ante ese recuerdo que estaba tan vivo en mi memoria, sonreí como lo hice ese día, a través de esa ventana, llevaba días sin sonreír, sin sentir esa tibieza en mi pecho, y lo amé, amé a ese niño bajito y de ojos marrones que me saludaba.

Supongo que siempre le pertenecí, teníamos 11 y estábamos trepados en el enorme almendro de mi patio trasero, "¿entonces... serás mi novia?" dijo, sus enormes ojos brillantes clavados en los míos, "¿qué hacen los novios?" pregunté inocentemente, "pues... caminan de la mano, toman helados juntos... y se besan", era algo que ya hacíamos, claro los besos eran en la mejilla, "entonces sí" respondí mientras besaba su mejilla, está vez muy cerca de la comisura de su boca de puchero.

 y se besan", era algo que ya hacíamos, claro los besos eran en la mejilla, "entonces sí" respondí mientras besaba su mejilla, está vez muy cerca de la comisura de su boca de puchero

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Volví a sonreír, igual que ese día, recordé sus ojos brillando más que nunca, su mano sudorosa apretando la mía, sus latidos desbocados y su dulce sonrisa.

Supongo que siempre lo desee, tenía 16 y estaba sola en casa, Ander tenía una cita y mis padres estaban en una cena, una piedra golpeó mi ventana, me acerqué al escuchar una segunda piedra impactarse contra el cristal, estaba otra vez allí, bajo mi ventana, sonreí mientras el agitaba su mano, está vez para indicarme que bajara.

Bajé, y nos escabullimos hasta su casa del árbol, había luces navideñas iluminando intermitentemente la pequeña casa, en el techo interior habían estrellas que Samuel había pintado años atrás, una de ellas tenía mi nombre con letra cursiva, dos almohadas y varias sábanas azules en el piso. Sabía lo que se avecinaba y lo quería, días atrás habíamos discutido porque Cristian me había invitado a salir, "¿qué quería?" dijo apoyando su mano en el casillero y acorralándome, "Samuel... basta" respondí intentando alejarme, "no saldrás con él... eres mía"

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