Tierra 20: El ángel de la muerte

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Todo será desde la perspectiva de Carla

Samuel = 25 años, Carla = 23 años

Si alguien me hubiera dicho que estaría follando en la alfombra de la sala con Samuel García un año atrás, me habría reído y habría tratado de loca a esa persona, pero su fuerza al cogerme era adictiva, la pasión desmedida con la que me embestía y la mirada hambrienta con la que detallaba cada parte desnuda de mi cuerpo, me tenía rendida a él, mi esposo, nunca creí que lo llamaría de esa forma, siempre pensé que podría librarme de ese absurdo acuerdo y escaparme de su alcance, pero el ángel de la muerte es inevitable, tarde o temprano terminas cayendo en su abrazo mortal.

Samuel = 9 años, Carla = 7 años

Los raspones en las rodillas sangran y la piel se siente caliente, intento reprimir las lágrimas que intentan salir de mis ojos, no quiero que Samuel me vea llorar y piense que soy débil, está frente a mí observándome con sus grandes e impasibles ojos marrones, siempre me parecieron aterradores, él aura de Samuel siempre fue gris, y eso siempre me intrigó, nunca era totalmente bueno, pero tampoco era totalmente malo, como ahora, Marina me había empujado y había caído de rodillas en el duro pavimento del patio.

Samuel lo había visto todo, siempre me vigilaba, papá le había dicho que yo era su responsabilidad y él con tan solo 9 años había asumido esa carga con demasiada intensidad, nada se escapaba de su vista afilada, como el alma gris que era, me había defendido de Marina, la había golpeado sin importarle que fuera una chica, no se creía cobarde por eso, solo decía que cumplía con su deber, protegerme.

Ambos estábamos en detención, esperando a Azucena, la directora, quien ahora se ocupaba de la nariz, de seguro rota, de Marina, los pies de Samuel casi rozaban el piso, era más bajo que yo, los míos estaban anclados al piso por completo, era algo que él odiaba y yo para sacarlo de quicio siempre se lo echaba en cara, pero ahora no era el momento de encender ese cerillo, el incendio en Samuel ya era suficiente como para avivarlo aún más. No sólo estaba molesto con Marina, también conmigo, porque a sus ojos, yo siempre buscaba meterme en problemas y él debía intensificar su trabajo de vigilancia, en casa me reñiría de seguro, por ahora, estaba en silencio consumiéndome con su mirada de fuego.

"Tu padre estará aquí en un momento Carla, iremos a enfermería para que limpien eso" dijo Azucena señalando mis rodillas y extendiendo su mano en dirección a mí para ayudarme a ponerme de pie, no quería que papá me viera así, no sólo tendría probl...

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"Tu padre estará aquí en un momento Carla, iremos a enfermería para que limpien eso" dijo Azucena señalando mis rodillas y extendiendo su mano en dirección a mí para ayudarme a ponerme de pie, no quería que papá me viera así, no sólo tendría problemas con Samuel, también los tendría con papá, no era cualquier niña, era Carla Rosón Caleruega, y no podía permitirme este tipo de situaciones, busqué la mirada de Samuel para tener su consentimiento para tomar la mano de la directora, estaba asustada y no sabía cómo debía proceder ante esto, con siete años, vivía en un mundo demasiado complicado que aún no entendía del todo.

Como era de esperarse, Samuel se puso de pie de inmediato, no me extrañaba su impulsividad y a Azucena tampoco, para tener nueve años, Samuel era demasiado intimidante, "yo la llevaré" dijo con el ceño fruncido y una voz demasiado grave para un niño, "tú y yo tendremos una conversación" le respondió Azucena con determinación, pero sólo mi padre era capaz de amedrentar el carácter recio de Samuel, "lo haremos luego" dijo sin inmutarse, su mano se extendió hacia la mía y su pequeño, pero robusto cuerpo, se interpuso entre Azucena y yo.

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