No. 1.9. Duros de corazón

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Cuando supo que el amo vendría, Sasha dejó todo lo que estaba haciendo y corrió hacia el salón principal, sus pequeños tacones sonaban en el hermoso piso de mármol. Agarraba su falda para que no estorbara sus pasos, cuando fue vista por el primer criado, este corrió y tocó una campana. La villa repentinamente cobro vida, con los silenciosos sirvientes entrando en pánico y corriendo de un lado a otro, apresurando sus quehaceres, cambiando las cortinas, las flores en los jarrones y las alfombras de las habitaciones. Cuando Sasha llegó al salón principal, jadeando y enrojecida, soltó su falda, calmó sus pasos hasta caminar con propiedad y aplanó las arrugas de su ropa.

El caos que dejaba tras ella poco a poco se calmaba, la gente se escondía y la vista era magnífica, cuando Sasha ya estable y tranquila llegó al recibidor, todo estaba en absoluta calma y la puerta se abría.

Le dió al maestro una profunda reverencia, con las manos juntas en su regazo.

"¿Esta despierto?", preguntó Alberu al verla.

La pequeña mujer miraba al suelo, con las manos juntas en una postura sumisa instintiva, ella asintió, evitando cualquier tipo de contacto con este hombre que la aterraba.

"¿Ha comido?".

Ella asintió de nuevo, cabeza baja, manos juntas y total quietud, no debía moverse hasta que el maestro se moviera, no debía caminar muy cerca, no debía caminar muy lejos, nunca a su lado, nunca al frente; ni muy rápido, ni muy lento, el paso justo para responder con eficiencia a las necesidades de su maestro.

Alberu colocó su abrigo en los brazos de la mayordomo. "Continúa con tus deberes", al obtener las respuestas que deseaba, pasó a su lado en dirección a las escaleras, ella se inclinó profundamente, despidiéndolo.

En su camino, Alberu se arremangó la camisa, soltó los primeros tres botones y subió las escaleras al segundo piso, siguiendo el sonido de las risas animadas de los niños. Estando arriba, como una muestra de la máxima confianza, se quitó el collar.

La pequeña mujer se inclinó por mucho tiempo hasta que los pasos se desvanecieron y las risas se volvieron gritos de alegría, dando la bienvenida al primer maestro. Sasha se enderezó, con su mano quitó todas las arrugas en la chaqueta del primer maestro; girándose para volver a sus deberes.







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Alberu lo lava con cuidado, es meticuloso e infinitamente cuidadoso, porque es precioso, lo más precioso que ha tenido en sus manos. Masajea las piernas inmóviles con cuidado, desde las rodillas hasta sus tobillos, es lento y delicado, se concentra en no aplicar demasiada fuerza, porque Cale que ya no siente nada en ellas, no podría decirle que le hace daño.

Su hermano pequeño es silencioso, mirando los pétalos rojos que flotan en el agua.

"Finalmente terminamos de construir el nuevo campanario de alquimistas", le informó Alberu, intentaba que le diese su atención, una sola mirada, un solo instante.

Hoy en día era feliz con tan poco.

Cale zumbó, con los ojos cerrados y la cabeza recostada en una almohada colocada en el borde de la bañera. Su cabello es más largo y su piel más pálida, es como una delicada muñeca de porcelana fina.

Se han marchitado, pensó, observando los pétalos ahora amarillentos que ensucian el agua.

Al darse cuenta del cambio, Alberu baja con cuidado la pierna de Cale al agua tibia, toma la caja a su lado y la vierte lentamente en el agua, más pétalos rojos flotan en la superficie. Una vez vacía, la coloca de nuevo en el suelo y observa a Cale.

El tesoro que con celo protegen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora