No. 2. 3. Adaptación

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Saebyeok se despertó abruptamente, asustado al ser violentamente sacudido, miró a su esposa, la expresión desesperada en su cara lo despertó por completo.

"¿Qué-...?".

"¡Arriba!, ¡Vamos! ¡Ven! ¡Ven!", lo jaló, intentando levantarlo, demasiado nerviosa para ser coherente con sus palabras.

El hombre la siguió, preocupado, Dak Ho lo llevó hasta la habitación de Rok Soo, Saebyeok ni siquiera necesitó ser empujado para apresurarse a entrar y arrodillarse junto a la cama del niño.

"Shhh, shhhh", apartó el pelo de su carita fría, notando lo sudoroso y pálido que estaba. "Rok Soo, despierta, necesito que despiertes, por favor, Rok Soo", su voz era suave, arrullando en un intento de no asustarlo.

Incitado por su voz, el niño abrió los ojos, nublado por recuerdos que no estaban ahí. Se quedó muy quieto, mirando fijamente el pecho de Saebyeok, ubicandose, su propio pecho se sacudía con su acelerada respiración, eran jadeos tan fuertes que enrojecian su rostro y cristalizaban sus ojos.

Se veía tan pequeño...

Repentinamente el niño lo miró, agarrando su muñeca en un vicioso agarre, enterrando esas pequeñas uñas en su carne. Saebyeok se vio reflejado en esos ojos, tal vez menos cansado, tal vez mas brillante, pero se vio en esos ojos y no pudo evitar sonreír, sintiéndose demasiado triste y roto para poder llorar.

"Lo sé", le dijo. "Estoy aquí", se inclinó, más cerca, cubriéndolo con su sombra. "E-Estoy aquí, hijo. Yo estoy aquí", su voz tembló, y sus ojos ardieron con lágrimas. Había deseado tanto escuchar esas palabras, cuando aun era débil y pequeño.

Y ahora él las decía, nunca imaginó que dolería tanto decirlas.

Rok Soo soltó un llanto roto, su pequeño cuerpecito temblaba, incapaz de contenerlo por demasiado tiempo, se deshiso en sollozos, aferrandose con aún más fuerza a la muñeca del hombre, sus ojos no se apartaron de él incluso cuando las lágrimas lo cegaron.

Saebyeok se inclinó hasta recargar su frente en la de Rok Soo. "Ningún monstruo podrá tocarte porque yo estoy aquí", su voz suena tan débil en sus propios oídos, tan rota.

El quejido que abandonó la boca de Rok Soo hizo sollozar a Saebyeok, que se mordió los labios y cerró los ojos, conteniendo sus propias lágrimas. Con su mano libre, acarició con premura el cabello de Rok Soo, manteniéndose conectado con sus frentes juntas, sintiendo cada temblor y espasmo en ese cuerpo demasiado pequeño.

Escuchó al niño llorar por lo que parecieron horas, él no se movió de ahí, ni dio más palabras de consuelo, porque no conocía palabras lo suficientemente buenas para decirlas y las cosas que habría querido escuchar, sabían a cenizas y sal en su boca.

"Llorar está bien", susurró. "Llorar está muy bien", prometió, deseando que él entendiera que no lo castigaría por romperse. "Debes llorar cuando duele".

Saebyeok se aseguró de guardar en su mente lo gritos y sollozos, guardó en su memoria como sonaba el corazón roto de Rok Soo, necesitaba recordar este momento y la lava hirviente en sus venas al no poder reconfortarlo.

En algún momento, Rok Soo dejó lentamente de llorar, agotado, sus temblorosos sollozos sacudían su cuerpecito cansado.

"B-...Byeok", llamó, entre jadeos ahogados.

El hombre abrió los ojos, mirandolo. "Estoy aquí, puedes contarme lo que sea", el niño buscó sus ojos y ambos se miraron.

Rok Soo suavizó su agarre en la muñeca del hombre. "P-Perdón", lloriqueó, encogiendose. "Lo limpiaré, y-yo lo limpiaré".

El tesoro que con celo protegen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora