NUEVE

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Camelia

Mi hermano ha hecho un trato con Iuriy Kozlov, el ruso, por mí. Para mantenerme a salvo, Marcelo y yo estamos volando hacia Montreal, el ruso nos ha conseguido identidades nuevas, ante la sociedad somos un matrimonio joven que acaba de mudarse para tener una mejor vida, viviremos en un apartamento en el centro de la ciudad. Tendremos a algunos guardias vigilándonos.

Muevo la cabeza hacia un lado y hacia otro, tratando de aliviar la tensión en mi cuello.

—¿Necesitas un masaje?

Esbozo una sonrisa, Marcelo ha estado muy atento conmigo estos días en Houston.

—No, está bien, es sólo un poco de estrés— contesto.

Él asiente, lo miro de arriba a abajo, lleva puesta una camiseta blanca de manga corta y un pantalón de chándal negro. Nunca lo había visto fuera de sus trajes, incluso en casa o en sus días libres siempre llevaba uno. La camiseta se ajusta perfectamente a sus pectorales y el chándal, joder, su entrepierna se marca a través de la tela, sólo un poco. Aparto la mirada rápido, no quiero que me vea mirando a donde no debo. Últimamente he estado teniendo pensamientos impuros con él. Niego con la cabeza riéndome. ¿Desde cuándo digo pensamientos impuros? La falta de sexo está comenzando a afectarme.

—¿Y ahora de qué te ríes?— me pregunta.

—De mis pensamientos. Necesito sexo, Marcelo, llevo dos meses de sequía.

—No lo dices en serio.

—Lo digo muy en serio, estoy harta de mi mano, y ahora ni siquiera puedo usarla.

Señalo el cabestrillo de mi brazo herido.

—¿Puedes comprarme un consolador? Olvidé el mío en casa.

Marcelo gruñe, provocando mi risa.

—Ahora vas a ser mi amado esposo— le digo moviendo las cejas arriba y abajo.

—Ni siquiera vamos a dormir en la misma habitación.

—No seas aguafiestas, me llamo Dominique Dos Santos, tú te llamas Aquiles Dos Santos, soy tu maldita esposa, dame placer.

Mi voz sale más alta de lo que pretendía, noto las miradas de los pasajeros sobre nosotros.

—Baja la voz— gruñe Marcelo— No voy a tocarte, Camelia, te compraré el puto consolador.

Me inclino hacia su oído.

—Gracias, maridito, has hecho muy feliz a tu esposa.

Enderezo mi espalda en mi asiento con una sonrisa, he conseguido lo que quería, aunque la verdad es que espero encontrar a alguien con quien follar en Montreal, no quiero estar con un puto consolador hasta que mi hermano y Fabiano encuentren a Emanuel.

—¿Cómo dijiste que se llamaba la hermana del ruso?— le pregunto.

—Anya— suspira Marcelo— Anya Kozlov, sólo tiene dieciséis años, lleva desaparecida desde los diez.

—Ese maldito Vlad el empalado...

Marcelo se ríe.

—No se llama Vlad el empalado, es Vlad el empalador.

Niego con la cabeza.

—Vlad el empalador era Drácula, empalaba a la gente. El hermano de Iuriy es Vlad el empalado, espero que Iuriy lo empale como a un kebab.

—Eres única, Camelia.

—¡Gracias!— contesto felizmente.

Me pongo casi de pie y le doy un beso en la mejilla a Marcelo, me demoro más tiempo del que quería. Sus ojos marrones se encuentran con los míos cuando me separo de él, nuestras caras están a escasos centímetros.

LA NIÑA #3.1 [Disponible en físico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora