VEINTICINCO

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Edoardo

Mi mano está temblorosa, siento la misma presión en el pecho que cuando fui consciente de lo que Yamila me hizo. Siento la mano de mi hijo en mi hombro, quiere que retroceda, pero no lo voy a hacer. Mi princesa necesita a su esposo y mi hijo a su mujer y su hija, si en mis manos está devolvérselos lo haré sin pensarlo dos veces. Aunque eso suponga morir en lugar de ellos. Emanuel sólo ha querido una cosa toda su vida, sólo quería a alguien y ese alguien soy yo. Si él me escucha y nos lleva hasta esa secta, podríamos atacar o intercambiarme, cualquier cosa que devuelva a Marcelo y a Adriana a donde deben estar, a su casa, junto a mis hijos. Mis nietos lloran por su madre y mi hija por su esposo, no puedo dejarlos así.

Respiro hondo, agarro la manija y la giro, la puerta se abre y siento como si estuviera entrando en el mismísimo infierno, a la espera de encontrarme con el diablo.

Y cuando lo miro a los ojos es como ver un reflejo de mí mismo. Treinta años sin verlo en persona, mi hijo, un hijo que nunca quise ni busqué.

Bastian me sujeta rápido antes de que pueda caer al suelo.

—Papá, tienes que salir de aquí— la súplica en su voz me mata lentamente.

—Tengo que intentarlo.

—No puedes.

Me sujeto a él para estabilizarme. Pasos lentos y pesados son los que doy hasta acercarme un poco más a Emanuel. Sus ojos juzgadores están llenos de reproches, de odio, de miedo, de soledad. Debería haber intentado quitárselo a su madre. ¿Qué le hizo? Sólo era un niño que tampoco pidió venir a este mundo.

—Lo siento, Emanuel— le digo.

Su ceño se frunce.

—Debería haber luchado por ti, pero yo no estaba bien. Lo que tu madre me hizo me marcó para siempre.

—No hables de ella— gruñe— ¡Te aprovechaste de su juventud!

Bastian y yo nos miramos.

—¿Qué es lo que te contó esa zorra?— le pregunta mi hijo.

—Que nuestro amado padre la buscaba, coqueteaba con ella cada día. Hasta que ella tuvo que actuar y hacer lo que debía, no lo violó, papá ha mentido todo este tiempo, hermano. No fui fruto de una violación, fui fruto de un engaño. Nuestro padre engañó a mi madre, le prometió que se divorciaría de tu madre y cuando no lo hizo, mi madre fue a hablar con la tuya, pero él comenzó a mentir diciendo que lo había violado para salvarse.

Una lágrima solitaria cae por mi mejilla. Esa mujer, esa maldita mujer le pudrió la mente a Emanuel con sus mentiras.

—Eso no es cierto, Emanuel— le digo— Tu madre abusó de mí, puedo demostrártelo, me hice una analítica justo después de lo que pasó. Tenía varias drogas en mi organismo.

Emanuel niega con la cabeza.

—Tu madre no fue una buena mujer ni una buena madre, yo tampoco fui un buen padre para ti y realmente me arrepiento de eso, no tenías la culpa. Déjame que te ayude, por favor.

—¿Ayudarme? Engañaste a mi madre, me rechazaste, eres un cobarde que no quiso hacerse responsable de sus actos.

—Tienes razón, soy un cobarde por no hacerme responsable de ti, de lo único que debí haberme hecho responsable, pero no te miento, Emanuel, tu madre me drogó y me... violó.

—Mientes.

Por primera vez, veo a Emanuel llorar y no sé cómo sentirme al respecto, no sé si son lágrimas reales o sólo está actuando.

LA NIÑA #3.1 [Disponible en físico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora