SIETE

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Camelia

Niccòlo está en la ciudad, ni siquiera puedo estar tranquila estando en la otra punta del país. ¿Qué coño hace aquí? Joder, esto no me da buena espina. No puedo volver a lo mismo, me destruyó una vez, casi logra una segunda. Y esa segunda vez fue la peor, tomé drogas por primera vez en mi vida, me sentí tan mal, mental, física y emocionalmente. Sin embargo, fue la única forma de adormecer su voz en mi mente.

Una lágrima solitaria cae por mi mejilla.

Todo es por su culpa. Niccòlo tiene la culpa de todo.

Sandra acaricia mi pelo con su mano. Le he contado todo, desde el principio hasta el final, ya sabe por qué estoy aquí, sabe que estoy huyendo. Ayer me permitieron quedarme a vivir con ellos, sentí la necesidad de contarles la verdad. Sandra hervía en rabia, desde que nos conocemos, jamás la he visto así de enfadada. Se abraza a mi cintura, apoyo mi cabeza en el colchón de mi cama mirándola a los ojos.

—Todo va a estar bien— me dice con su dulce voz— Dani no va a dejar que te pase nada.

Limpia mis lágrimas con el dorso de su mano.

—En menos de un mes estaremos en Houston celebrando el 4 de julio— me dice sonriendo.

—Nunca lo he celebrado, obviamente.

—Yo tampoco, será nuestra primera vez juntas.

Esbozo una sonrisa.

—Tengo muchas ganas de ir a Houston— le digo.

—Te van a encantar Nanny y el abuelo, son tan buenos.

—¿Y ese tal Marc?

Sandra se ríe.

—Es muy guapo, en serio— me dice— Aunque tiene una hermana melliza, Isabella, y ella tiene una amiga, Emma, alias Brujilda. Son bobitas.

—Me encantan, por fin tendré a alguien con quien discutir.

La risa de Sandra me contagia.

Las semanas fueron pasando, el día del viaje a Houston había llegado. Pronto estaríamos con la familia de Dani celebrando el día de la independencia. Por suerte, no supe nada de Niccòlo en mi estancia en Las Vegas, intenté no salir mucho para no tener ninguna oportunidad de encontrármelo. Dani escuchó en el casino que su jefe, el ruso ese con la cara cortada de lado a lado, que estaba buscando a una mujer brasileña. Venir a Houston es lo mejor que nos ha podido pasar, ya que, en Las Vegas, estaba empezando a sentirme un poco prisionera. Estoy segura de que el negocio que Niccòlo tiene con el ruso tiene mucho que ver con la búsqueda. No puedo creer que ese maldito cobarde se haya atrevido a poner un radar sobre mi cabeza. No he querido contarle nada a Dani de mis sospechas, él tiene que cuidar de su esposa y futura hija, ya están haciendo demasiado por mí.

Me siento en el lado del pasillo en el avión, tengo a Sandra a mi lado, entre Dani y yo. Se me escapa un suspiro.

—¿Qué te pasa?— me pregunta Dani.

—Acabo de recordar algo.

—¿El qué?— pregunta con curiosidad.

—Hace dos meses estaba en un avión desde Brasil hasta Phoenix, conocí a un chico.

—¿Es con el que estuviste viviendo?— me pregunta Sandra.

—Sí.

—¿Y qué pasa con él?

—Que le hice una paja en mitad del vuelo— contesto con una sonrisa.

Sandra y Dani se ríen, él niega con la cabeza. No soy muy dada a contener mi diarrea verbal, ellos parecen haberse acostumbrado a esto, la verdad es que lo agradezco. No me gusta contener lo que pienso, aunque a veces incomode a la gente.

LA NIÑA #3.1 [Disponible en físico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora