DIECINUEVE

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Marcelo

Está impresionante. Isarema ha acertado con el vestido, se ajusta al cuerpo de Camelia, cada curva de ella resalta en ese vestido.

Camina del brazo de su padre hacia a mí, sonríe como nunca antes. Quiero verla así siempre.

La luz del atardecer se filtra por las ventanas del jardín botánico. Bastian lo consiguió con tan poco tiempo, pero sabía que a su hermana le encantaría este lugar, fue donde celebramos su cumpleaños y quedó enamorada del lugar. Tiene sentido que nuestra unión sea en este lugar, aquí es donde le entregué el anillo de compromiso de mi madre, un anillo que tuvo que ocultar al principio, pero que ahora resplandece en su dedo. Todos han venido a nuestra boda, Dani, Sandra y su pequeña hija, Gabriel, Sara y los trillizos, Mario, Sofía y sus hijos, Tadeo, Gala y el pequeño Aslan. Todos están aquí, acompañándonos en este perfecto día.

Tomo sus manos entre las mías cuando Edoardo me la entrega.

—Hazla feliz, ella es la luz de mi vida— me dice.

—Siempre la haré feliz, Edoardo.

—Lo sé, hijo.

Miro a Camelia de arriba a abajo, joder, es la mujer más hermosa del mundo.

—Oye, deja de mirarme así o mi esposo te matará— bromea.

—Tu esposo es el hombre más afortunado del mundo— respondo.

—Te amo, meu rei.

—Y yo a ti, ángel.

El cura empieza a hablar, su discurso me está embotando la mente, necesito que se dé prisa.

—Padre, acelere, tengo prisa por hacer mi esposa a esta mujer.

Camelia se ríe.

—Sí, padre, acelere— le dice ella— Tengo prisa por ser la esposa de este hombre.

El cura sonríe.

—En vista de que ambos contrayentes tienen algo de prisa, sólo me queda preguntarles. Marcelo Ferreira, ¿aceptas a Camelia Da Silva como tu legítima esposa?

—Sí, acepto.

—Camelia Da Silva, ¿aceptas a Marcelo Ferreira como tu legítimo esposo?

—Sí, acepto.

—Por el poder que la iglesia católica me ha otorgado, los declaro marido y mujer, puede besar a la novia.

Camelia se acerca a mí de forma tímida, sus manos tiemblan un poco.

—Puedes besarme en la mejilla, ángel.

Niega con la cabeza.

—Déjame intentar algo— me dice— Deja tus ojos abiertos, por favor.

Asiento con la cabeza, ella posa sus labios sobre los míos sin dejar de mirarme a los ojos, abro mi boca levemente. Ella tiene el total control del beso, se separa de mí sonriendo.

—Te amo, esposo.

—Y yo a ti, esposa.

La atraigo a mi cuerpo, rodeo su cuerpo con mis brazos, por fin es mía para siempre.

—Cuando hayas sanado físicamente te voy a llevar a Ámsterdam— susurro.

—¿Al Barrio Rojo? ¿A ese lugar de perversiones sexuales?

—Sí, ángel.

Aprieta mi cintura con sus brazos, le doy un beso en la cabeza.

—Estoy deseando ir— me dice.

LA NIÑA #3.1 [Disponible en físico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora