Camelia
Está aquí, es un auténtico milagro. Lo creía muerto, pero mi esposo está aquí conmigo y con nuestra hija. Está profundamente dormido con nuestra pequeña dormida sobre su pecho, me hice a la idea de que jamás vería esta escena. Ahora puedo verla siempre que quiera.
Me pregunto cuánto tiempo ha estado mi esposo sin dormir, anoche comió muchísimo y, después de una ducha larga, se fue a dormir, se despertó conmigo de madrugada cuando Yara comenzó a llorar porque tenía hambre, luego le cambió el pañal y se acostó en la cama con ella en su pecho, llevan desde entonces dormidos. Ni siquiera ella se ha despertado de nuevo para comer y me da rabia tener que quitársela, pero debe comer ya.
Meto mis manos por debajo del cuerpo de mi hija, Marcelo se mueve rápido y sujeta mis muñecas con fuerza, sus ojos se han abierto.
—Tengo que darle de comer— le digo.
—Lo siento, ángel.
—Estás a salvo, meu rei.
Suelta un suspiro mientras mira al techo.
—¿Cuánto tiempo hace que no duermes bien?— le pregunto.
—Cuatro meses, tenía que proteger a Adriana y a Alma, ellas me necesitaban y luego apareció Anya, tampoco podía dejarla sola.
Me inclino hacia adelante y le doy un beso en la frente.
—Ya puedes descansar soldado— le digo.
—No te burles de mí o te lo haré pagar.
Levanto las cejas, Marcelo sonríe.
—¿Ya puedes follar?— me pregunta.
—Sí, ya ha pasado el período de cuarentena.
—Dale de comer a Yara y duérmela, te necesito, ángel. Llevo cuatro meses sin correrme.
—Eso es mucho, pero me temo que vas a tener que usar un condón y no tenemos.
Pongo a mi hija en mi pecho, sus ojos se posan sobre su padre mientras se alimenta.
—¿Estás sin anticonceptivos?— me pregunta mi esposo.
—Sí, no planeaba tener sexo con nadie.
—Bien hecho, me tienes que ser fiel siempre, incluso si estoy muerto.
Niego con la cabeza sonriendo, en realidad no pensaba volver a tener pareja, tampoco pensaba en el sexo. Realmente eso estaba muy alejado de mis pensamientos. Mi único enfoque era mi hija, cuidarla y criarla, eso era en lo único que pensaba.
Marcelo pasa su brazo por detrás de mi espalda baja, acaricia mi muslo desnudo.
—¿No quieres otro bebé?— me pregunta.
—Sí, pero no ahora.
—¿Entonces no quieres que te deje mi semen dentro de ti?
Me muerdo el labio inferior. Marcelo intenta meter su mano por dentro de mis bragas. Cambia de posición cuando ve que es imposible hacerlo en la que está ahora. Se sienta en la cama, apoyándose sobre su mano, abre mis piernas con la que tiene libre.
—Estoy alimentando a tu hija— me rio.
Hacía meses que no me reía.
—Papá también quiere ser alimentado, mamá. Necesito atención.
—No vas a dejarme embarazada.
—Ángel, quiero otro bebé.
Sus dedos frotan mi clítoris por encima de las bragas.
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LA NIÑA #3.1 [Disponible en físico]
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