Camelia
Marcelo acaricia mi pelo con dulzura, estoy abrazada a su cintura con toda la fuerza que el dolor me permite ejercer. Me encuentro tan mal, siento náuseas, dolor de ovarios, dolor de pechos, me duele hasta la cabeza.
—¿Quieres que te prepare un baño de agua caliente?
Niego con la cabeza. El móvil de Marcelo comienza a sonar, tengo que soltarlo para que pueda cogerlo. Me giro en la cama hacia el otro lado, la maldita regla me está matando. Me cambiaron el DIU hace unos días y hoy me ha venido la regla, la ginecóloga me dijo que posiblemente este mes me dolería más que otros, ya que el nuevo DIU podría doler durante los primeros meses, el antiguo llevaba seis años en mi cuerpo, ya necesitaba cambiarlo. Mi útero es como una zona de guerra en estos momentos, duele, duele mucho.
—Es tu madre, ángel.
—No quiero hablar con nadie, sólo quiero morirme.
Realmente quiero morirme y dejar de sufrir este intenso dolor.
—Hola Isarema— saluda Marcelo a mi madre.
Se me escapa un suspiro. Llevamos casi dos meses en Montreal, desde que Bastian les dio permiso a mis padres para llamar no han dejado de hacerlo.
—Sí, está enferma desde esta mañana temprano.
Salgo corriendo para el baño cuando siento que el vómito quiere salir. Creo que estoy expulsando hasta mi primera comida. Apoyo el codo en la taza y mi cabeza en mi mano.
Marcelo se agacha a mi lado, frota mi espalda suavemente.
—Voy a ir a la farmacia a comprarte algo para el vómito— me dice— ¿Necesitas suministros?
Asiento con la cabeza.
—Calmantes de los fuertes y compresas, por favor.
—Está bien, ve a la cama y quédate ahí, vuelvo enseguida, ángel.
Me levanto como puedo, el dolor me está matando. Me desnudo lo más rápido que puedo, abro el grifo del agua fría y me siento en el suelo de la ducha. Los vellos de mi cuerpo se erizan al contacto con el agua helada. Inclino la cabeza hacia atrás, dejando que el agua me dé en la cara. El dolor de cabeza está empezando a desvanecerse, también el mareo y las náuseas.
No sé cuánto tiempo he estado bajo el agua fría, pero escucho la puerta del apartamento abrirse y cerrarse, tengo los ojos cerrados, pero su olor es inconfundible cuando entra en el baño. Cierra el grifo del agua y me levanta con cuidado del suelo.
—¿Estás mejor?— me pregunta.
—Sí, ya no me duele la cabeza ni siento náuseas.
Marcelo me deja sentada en el inodoro, me entrega la bolsa de la farmacia, de donde saco el paquete de compresas.
—¿Unas bragas?— me pregunta él.
Esbozo una débil sonrisa y asiento. Ha sido muy dulce conmigo todo este tiempo, la vez anterior que me vino la regla me cuidó y me compró toda la comida basura que quise, vio películas conmigo y yo vi las series que a él le gustan. Creo que mi corazón lo ha elegido, después de seis años de infierno, ha comenzado a latir de nuevo por el hombre que está entrando en el baño con una de mis bragas en su mano.
—Te dejo algo de intimidad— me dice— Voy a prepararte un caldo, ángel. Tu madre me ha dicho que te gustan los de pollo y verduras.
—Me encanta el suyo, el que siempre me hacía cuando enfermaba.
—Tengo la receta, espero que me salga igual de bien.
—Seguro, meu rei.
Marcelo sonríe, me encanta su sonrisa, es hermosa y me relaja, cuando estoy triste sólo tengo que pensar en ella y vuelvo a ser feliz.
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LA NIÑA #3.1 [Disponible en físico]
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